miércoles, 21 de enero de 2015

E. T. A. Hoffmann: músico y literato (Parte I)


Autorretrato de E.T. A. Hoffmann

 
Resultó un muy buen acierto dentro de la temporada 2014 de ópera y ballet del Teatro Colón de Buenos Aires el ofrecer para su cierre, en época navideña, el ballet “El Cascanueces”, además de un regreso a la tradición que, desde el estreno de esta obra en diciembre de 1892 en San Petersburgo, hace que los grandes teatros de ópera y ballet del mundo la ofrezcan para esas fechas. Concurrir a ver este ballet me hizo interesarme en el músico y escritor alemán E. T. A. Hoffmann, autor del cuento sobre el que se basa el argumento de “El Cascanueces” (“El Cascanueces y el Rey de los Ratones”, Nussknacher und Mäusseköning) publicado en 1816.
 
E. T. A. Hoffmann, cuyo nombre completo era Ernst Theodor Wilhelm (si bien cambió este último por el de Amadeus en homenaje al gran W. A. Mozart) nació un frío 24 de enero de 1776 en Königsberg, actual Kaliningrado, entonces ciudad de Prusia Oriental. Separados sus padres cuando sólo tenía dos años de vida, el pequeño Ernst se mudó junto con su madre a la casa de sus abuelos maternos y nunca más volvió a tener contacto con su padre.
 
En Königsberg concurrió a la escuela y a la Universidad, donde estudió Derecho. A la par de esto, desarrolló su pasión por la lectura, acercándose a la obra de Schiller, Goethe, Swift, Sterne, Shakespeare e incluso Cervantes; también continuó con sus clases de música y de dibujo. Mientras, se desarrollaba en él una imaginación exuberante y un espíritu lúdico que le permitían evadirse de la realidad que lo rodeaba.
 
Con veinte de edad y ya realizando prácticas legales en su ciudad natal, tuvo que abandonar ésta debido al escándalo que suscitó su romance con una mujer mayor que él, casada y madre de familia, a la cual había dado clases de música. Se trasladó a Glogau, a casa de un tío suyo, y allí conoció a su prima Minna Doerffer con la cual se comprometió en matrimonio. Al poco tiempo se trasladó a Berlín para ingresar en el Tribunal Superior de Justicia de esa ciudad.
 
Debido a su nombramiento como funcionario de la Audiencia Territorial de Posen (ciudad polaca anexada a Prusia en 1793), Hoffmann se trasladó a esta ciudad y fue allí que su espíritu inquieto siguió causándole problemas. En esta oportunidad fue su enamoramiento de una muy bella joven polaca, lo cual ocasionó no sólo la ruptura del compromiso matrimonial con su prima Minna sino también la definitiva ruptura con su familia. Trasladado a Plock poco tiempo después (una pequeña villa a orillas del Vístula), llegó hasta allí ya casado con su enamorada de Posen, Marianna Theckla Michaelina Rorer-Trzynska, más conocida como Mischa. En Plock, villa aislada de toda manifestación cultural, los únicos consuelos de Hoffmann eran su esposa, la composición música y la redacción de su diario. Fue aquí que el Arte se convirtió en un refugio para él.
Sin embargo, poco tiempo después, su casi obligado “exilio” en Plock terminó y fue trasladado a Varsovia, ciudad que en ese entonces estaba anexada a Prusia. Los años que vivió allí junto a su esposa fueron dichosos, disfrutando de una ciudad con intensa vida cultural y dedicándose a la composición musical. Julius Eduard Hitzig, residente en Varsovia y que se convirtió en su amigo, lo puso en contacto con la literatura de Tieck, Novalis, Brentano y otros escritores contemporáneos y no tanto, como el caso de Calderón de la Barca, en cuya obra se inspiró para escribir la ópera Amor y celos. En 1805 nació en Varsovia su hija, Cecilia.
 
Sin embargo, la vida apacible y dichosa de la familia Hoffmann estaba a punto de terminar: el 28 de noviembre de 1806 Varsovia fue ocupada por las tropas napoleónicas y los funcionarios prusianos fueron expulsados de sus puestos.