miércoles, 24 de febrero de 2010

Faltan 90 días para la reapertura del Teatro Colón


© Mauricio Rinaldi (texto)
Imagen: Cabina de control de iluminación escénica que funcionó hasta 1979 (en Historia del Teatro Colón, de Caamaño)

Cuando ingresé a la Sección Luminotecnia del Teatro Colón de Buenos Aires en 1986, ya había realizado algunos trabajos en el ámbito de la iluminación escénica. Esa experiencia previa, junto con mis estudios secundarios técnicos en una escuela industrial, me dieron el respaldo de conocimientos para comprender nuevos aspectos de la iluminación. Mi contacto con personas que hacía muchos años que trabajaban en la sección Luminotecnia me hizo conocer cosas que no sabía. Pero al preguntar a muchas de esas personas el por qué de algo, generalmente me respondían: “No sé, esto siempre se hizo así”. Por otra parte, yo nunca me quedé sólo con lo que se decía dentro del Colón, sino que siempre intenté ampliar y fundamentar lo que conocía mediante lecturas y estudios no sólo de iluminación, sino también de diversas disciplinas relacionadas con la tecnología, el arte, el diseño y la filosofía. De esta manera, con el paso del tiempo, me di cuenta de que mis viejos colegas del Colón tenían razón en muchas cosas, pero también de que algunos estaban equivocados en otras, y todo esto sin saberlo ellos mismos. En efecto, los cambios, evoluciones y progresos, tanto técnicos como estéticos, hicieron que esta generación de tiempos pasados no pudiera evaluar lo bueno y lo malo dentro de nuestro trabajo.

Desde siempre se ha dicho dentro del teatro que el Colón es un “teatro escuela”, ya que todo joven que ingresa allí sin saber casi nada aprende su profesión u oficio en el propio hacer cotidiano junto a otros que tienen experiencia. Y esta es la causa de que cuando alguien pregunta por qué algo se hace de cierto modo la respuesta sea “porque siempre lo hicimos así”. La experiencia es algo de gran valor; el contacto vivo con una tarea permite una aprehensión directa e intuitiva del trabajo de gran valor pedagógico. Pero esto sólo no basta en el mundo de hoy; es necesario acompañar la experiencia con conocimientos que fundamenten lo que hacemos. Si no comprendemos lo que hacemos, no podremos saber cuándo algo está mal; la sola experiencia acumula saberes pero también arrastra errores si no se tienen las herramientas conceptuales necesarias para analizar el trabajo. La experiencia sin capacitación sólo es rutina. Lamentablemente, he notado una fuerte resistencia por parte de la mayor parte de mis colegas escenotécnicos del Colón al proponer planes de capacitación y actualización técnica.

Esto que puede parecer fuera de contexto debido a los problemas que hoy tiene el Teatro Colón, es de vital importancia, ya que el desarrollo conceptual ayuda a comprender los problemas con los que no enfrentamos. Si queremos ser parte de un nuevo Teatro Colón que tenga el viejo brillo que supo tener, debemos restaurar nuestro trabajo; no se trata sólo de restaurar un edificio, sino de restaurar principalmente valores profesionales.

[+ info en www.teatrocolon.gov.ar
y en www.habituesdelteatrocolon.wordpress.com ]

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