martes, 16 de marzo de 2010

Faltan 70 días para la reapertura del Teatro Colón


© Mauricio Rinaldi (texto y fotografía)

El cierre del edificio del Teatro Colón a fines de 2007 pone en evidencia que la cohesión y unidad de su personal es una ilusión. Es como si el hecho de estar reunidos dentro de un mismo espacio produjera el sentimiento de que somos “compañeros”, término que, lamentablemente, ha sido degradado o mal empleado por numerosísimos discursos gremiales y políticos. Por ello, prefiero siempre hablar de mis colegas.

Durante 2008 y 2009 el Teatro Colón ha ofrecido sus temporadas en diferentes salas de la ciudad de Buenos Aires en las que el personal del Colón se presentaba en forma parcial. En efecto, mientras un grupo preparaba un espectáculo en una de esas salas, otro grupo montaba otro título en otra sala. De esta manera, hemos dejado de ver a colegas por varias semanas y, en algunos casos, por meses, al no coincidir en los grupos de trabajo. Esta situación se verifica en todos los órdenes: entre los integrantes de una misma sección escenotécnica, entre secciones escenotécnicas diferentes, y entre secciones escenotécnicas y cuerpos artísticos. Dentro de este contexto, las órdenes se reciben por correo electrónico o por teléfono, ya que no se dispone de los espacios adecuados para el personal. Pero, fuera de estas comunicaciones formales (y, en cierto modo, vacías) no hay comunicación entre nosotros. En rigor, hay contacto, pero no comunicación.

La comunicación implica un interés por la información que se recibe respecto del otro. Y la unidad de un conjunto social se da con solidez cuando cada individuo se interesa por lo fundamental, más allá de lo inmediato, es decir, cuando se tienen visiones globales de la propia situación. Este no es, creo, nuestro caso, ya que mi percepción indica que la gran mayoría sólo se preocupa por lo inmediato (por ejemplo, a qué hora y a qué lugar debo ir mañana, si se cobrará el último aumento, etc.). No se puede negar que hay situaciones inmediatas que requieren urgente solución, como los 248 colegas de los diferentes cuerpos del teatro que han sido transferidos al Instituto Superior de la Carrera Municipal desde hace un año, lo cual ha desatado un fuerte enfrentamiento legal entre ese grupo de personas y las autoridades del teatro. Sin embargo, sólo unos pocos de esa lista nefasta participan en las gestiones que se están llevando a cabo al respecto; el resto pregunta por los avances pero sin aparente interés, y el personal que tuvo la fortuna de no haber sido afectado por ese decreto sólo pregunta como quien quiere saber el estado meteorológico de mañana.

Es verdad que tenemos diferentes problemas y cada situación es diferente de otra, pero debe haber algo en común, un conjunto de valores que, aunque se me tilde de anticuado, es lo que da unidad a la sociedad. Esto me lleva a una vieja idea de la cual estoy convencido: no tenemos entidad porque no tenemos identidad. Y esa identidad hay que construirla y mantenerla. Hace tiempo propuse organizar actividades de formación y actualización profesional escenotécnica, ya sea mediante la creación de carreras o, menos ambicioso, el desarrollo de cursos, ya que es una de las mejores maneras de crear y de defender nuestra identidad escenotécnica. Al respecto, he recibido críticas ( a veces muy duras) y, en el mejor de los casos una respuesta cliché: “no es el momento”. ¿Quién puede saber cuál es el momento para hacer algo? Si nunca hemos intentado algo como lo que propongo, ¿cómo puede alguien saber que no es el momento o que fracasará? Pero, lo peor es ¿por qué se impide (nos impedimos) la posibilidad de hacer algo positivo? Invito a pensar en esto: limitar lo bueno impide el progreso.


[+ info en www.teatrocolon.gov.ar
y en www.habituesdelteatrocolon.wordpress.com ]

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