miércoles, 5 de enero de 2011

Iluminando la basura (Parte I)

© Vilma Santillán (texto)

Cuerpos desgastados, cuerpos descartados, cuerpos abandonados… Esto es la basura. En su libro póstumo Echar a perder. Un análisis del deterioro el urbanista estadounidense Kevin Lynch (1918-1984) hace un interesante análisis sobre la decadencia y el deterioro en las ciudades modernas, su relación con la vida y el crecimiento de éstas y cómo el ser humano, creador y multiplicador de desechos, debe aprender a gestionarlos y a limitar el derroche para evitar que la basura afecte su salud, su confort, su subsistencia y el medio en que vive.

Dice Kevin Lynch: “Nuestro malestar con la degradación es tanto un producto de nuestras mentes como el resultado de peligros objetivos en su proceso… La jerga de la contaminación es muy rica, lo cual es un indicador de nuestro énfasis inconsciente… El pensamiento de la contaminación está extendido en las culturas humanas. Lo impuro puede ser material o simbólico… El acuerdo social acerca de lo que es impuro no sólo nos avisa de lo que es biológicamente peligroso, sino que nos ayuda a pautar el mundo… La basura en casa produce más consternación que en la calle, más en un arroyo que en el campo, más en una iglesia que en un garaje, y más en la mesa que en el suelo”.

Si bien la basura resulta un problema para la mayoría de los hombres y un desafío para cualquier político, muchos artistas utilizan o han utilizado la basura como material plástico para sus obras. Porque lo descartable tiene potencial artístico y la basura puede ser sagrada. Así lo afirma Kevin Lynch: “La suciedad tiene también mana, poder espiritual. Nos horroriza y, sin embargo, nos atrae. La tememos porque la reprimimos, y de ahí su poder. Rompe los esquemas pero también es el material para uno nuevo. Tiene potencial.”




Shigeo Fukuda (1932-2009) fue uno de los primeros artistas que incursionó en el arte con basura. Diseñador gráfico y escultor, japonés de nacimiento, estudió diseño en la Universidad de Bellas Artes de Tokyo. A partir de la década de 1960 ganó notoriedad como diseñador de afiches. Su primera muestra en EE. UU. fue en la Galería IBM de New York. Allí se exhibieron por primera vez sus esculturas-rompecabezas, creadas como juguetes para su pequeña hija, junto a sus asombrosos y creativos afiches. A fines de la década de 1960 comenzó el interés de Fukuda por el ilusionismo, el cual desarrolló en grado supremo en varios carteles y afiches. En 1976 rediseñó el Centro Comercial Seibu, de Tokyo y, más tarde diseñó, en la misma ciudad, el UCC Coffee Pavillion. Durante los últimos de su vida se dedicó a la docencia, tanto en Japón como en EE. UU.




[+ info en: Lynch, Kevin: Echar a perder. Un análisis del deterioro, Gustavo Gili, Barcelona. ISBN: 84-252-2044-0 y en http://www.illusionworks.com/ ]

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