viernes, 9 de septiembre de 2016

La ópera como antecedente de las industrias culturales (Parte VI)

Escenografía barroca




Este trabajo fue presentado en el XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO, Buenos Aires, 4 al 8 de agosto de 2009.
 
La ópera como modelo de producción en serie
 
La ópera nace barroca. Si bien los textos de historia del arte y del teatro sitúan su origen durante el Renacimiento, entre 1580 y 1600, en rigor la primera composición de teatro cantado (o dramma in musica) considerada como la primera ópera corresponde a Jacopo Peri: su Dafne, estrenada en Roma en 1594.[1] A estas alturas, el Renacimiento prácticamente ha concluido y comienzan a observarse nuevos conceptos tanto filosóficos como estéticos.
 
Aún cuando las historias del arte y del teatro sitúan su origen a fines del Renacimiento, desde el punto de vista conceptual la ópera es una construcción del Barroco. En efecto, el Barroco es un período durante el cual convive la fuerte voluntad por encontrar un orden de la realidad en el campo de la filosofía (racionalismo) junto a la libre exacerbación de los sentidos en el ámbito del arte (sensualismo). Pero, estas vías de contacto con el mundo, lo racional y lo sensual, no son opuestas (como generalmente se las considera), sino que son dos modos de expresión de un mismo sentir, de un mismo espíritu de época. Por un lado, el sensualismo tendrá su manifestación en un arte recargado, saturado de elementos que “ocupan” cuanto intersticio sea posible. Por otro lado, el cartesianismo no permite pasar de una proposición a otra sin establecer el correspondiente (y necesario) nexo lógico. El horror al vacío se filtra así en todos los órdenes de la vida: un arte recargado de elementos y una filosofía sin “agujeros” proposicionales. En este contexto surge la ópera, también como un arte recargado visualmente.
 


[1] Breve historia de la ópera, p. 15.

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