lunes, 9 de agosto de 2010

El sobrediseño: problemas sobre el diseño actual (parte 8)


© Mauricio Rinaldi (texto)

A continuación presentamos la octava parte de “El sobrediseño: problemas sobre el diseño actual”, publicado en Reflexión Académica en Diseño y Comunicación, Universidad de Palermo, Año XI, Vol. 13, febrero 2010. ISSN: 1668-1673 (págs. 110-114).


Estas características del sobrediseño no son sólo una aproximación teórica, sino que tienen consecuencias prácticas en los objetos diseñados, de las cuales podemos hallar innumerables ejemplos. De esta manera, podemos mencionar, infografía cuyo contraste de color entre texto y soporte no permite la lectura cómoda de la información (aunque sea muy bonito, como letras grises sobre fondo blanco); un sillón de 30cm de altura hecho como un puf sumamente mullido del cual debemos solicitar auxilio para salir de él cuando al sentarnos nos hundimos indefinidamente (pensemos cómo saldría de él una persona de 80 años); un cubo que nos deja la espalda cansada a los veinte minutos de estar sentados en él, pero al que seguramente llamarán taburete de diseño; una gigantesca maceta en forma de pirámide trunca invertida que ocupa la mitad de un vereda a la entrada de un hotel incomodando el acceso al edificio y la circulación de los peatones; un restaurante con bajísimo nivel de iluminación que no nos permite leer con claridad la carta (que probablemente tenga letras grises sobre fondo blanco), etc.
Observamos, por lo expresado, que el sobrediseño designa el fenómeno por el cual el objeto de diseño se aparta del hombre, último y verdadero destinatario del diseño. De esta manera, el diseño actual crea, en gran parte, un ámbito de objetos o un entorno hostil al no brindar al hombre aquello que necesita. Con ello, el hombre es expulsado del espacio que debería habitar, es decir, queda inhabilitado para la acción, y es así relegado al puesto de espectador. La realidad producida por el diseño está muy próxima de ser una escenografía, o sea, un ámbito para ver y no tocar, algo para contemplar y no utilizar. Y esto ocurre porque los objetos están sobrediseñados, es decir, tienen excesivamente desarrollado su carácter expresivo sobreponiéndolo a su función, por lo que ésta se ve disminuida o atrofiada.


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