martes, 20 de abril de 2010

Historia de la Iluminación Escénica (Parte II)


© Mauricio Rinaldi (texto) – Imagen: Réplicas de candiles de aceite romanas, siglo II a. C.

A continuación presentamos la segunda parte de “Historia de la Iluminación Escénica”, texto escrito por el Lic. Mauricio Rinaldi y publicado por primera vez en el Boletín del Instituto de Investigaciones en Historia del Arte, año 1, n°1, pp.83-94, 2003, Instituto Universitario Nacional del Arte, Buenos Aires.


2.La iluminación escénica en la historia

Antigüedad: la luz natural

El teatro griego se desarrolla en una arquitectura constituida por una cávea, o sea, una disposición semicircular y en gradería para los espectadores, que enfrenta a la escena, cuya forma es rectangular. Este tipo de ámbito escénico se orientaba de manera tal que la cávea mirara hacia el norte de manera que los espectadores no tuvieran el sol de frente y, al mismo tiempo, el sol incidiera frontalmente sobre la escena. Pero, esto no es lo único que se puede decir sobre la iluminación en el teatro griego. Polux, un erudito del siglo II d. C., nos habla de periactes (2) llamados keraunoscopeion, los cuales están pintados de negro y tienen aplicadas figuras de rayos realizados en materiales brillantes. Al girar rápidamente, el reflejo del sol en los rayos produce el efecto de los relámpagos. Este efecto era generalmente utilizado para acompañar la entrada de los dioses. También se utilizaban espejos curvos para concentrar el sol y producir el encendido de braceros desde afuera de la escena. Este dispositivo era utilizado para efectos mágicos y para iluminar cuando el espectáculo se prolongaba más allá del atardecer.

En Roma, en los últimos decenios de la República, se colocaban tiendas o telones extendidos por marineros profesionales (3) sobre el público para protegerlo del sol fuerte. Por lo demás, no se observan cambios o innovaciones, ya que Roma sólo incorpora elementos de las culturas y pueblos que el Imperio somete.


Edad Media: la luz de los cirios

Muchos especialistas coinciden en que durante la edad Media no se puede hablar de teatro con propiedad, sino que más bien hay que remitirse a los dramas sacros, los cuales muestran episodios de la vida de Cristo ante los fieles. De esta manera, puede decirse que el culto tiene el carácter de una mise en scene. En este sentido, la luz se utilizaba de manera simbólica dentro de la iglesia mediante dos recursos: de manera permanente, a través del uso de vitrales (4), y de manera eventual regulando la cantidad de velas colocadas dentro del templo para celebraciones determinadas (se disponía un número reducido para el Viernes Santo, ya que el luto requiere la tristeza de una iluminación tenue; un número elevado para la Navidad, ya que el nacimiento de Jesús trae la esperanza de una iluminación brillante).

Por otra parte, Gustav Cohen habla de la creciente iluminación en el drama sacro al incrementarse los efectos de estrellas, fulgores, relámpagos y fuegos. Así, por ejemplo, el infierno se realizaba con fuego y azufre, el cual despedía humo y el olor característicos que generalmente se asocia a este ámbito ultraterreno. Este efecto era especialmente utilizado en “El día del Juicio” de las representaciones francesas. Por su parte, el diablo era interpretado por un actor que vestía piel de lobo, cabeza de oveja y cuernos de buey, y que llevaba un bastón que despedía fuegos y destellos; a veces, el diablo se presentaba con una antorcha encendida con resina.

También se obtenían resplandores escondiendo antorchas entre telas negras. El “Paraíso” se representaba con una gran cantidad de luces concentradas. El sol y la luna en “La creación” se realizaban con discos de cobre bien iluminados. Las tinieblas que caen con la muerte de Cristo se representaban mediante una tela blanca de un lado y negra del otro que exhibía alternativamente uno de sus lados a los fieles mediante un dispositivo de movimiento giratorio.

Cuando el drama sacro se levaba a cabo delante de la iglesia o en la plaza se extendía una gran tela para proteger a los espectadores del sol y la lluvia, la cual, a veces, tenía pintado el sol o la luna y estrellas.

En el tardo medioevo se observa un gran desarrollo de los dispositivos escénicos. En este sentido, el pintor e historiador de arte del Renacimiento Giorgio Vasari describe la representación de “La Anunciación” realizada por Brunelleschi en la iglesia de San Felice entre 1435 y 1439: se trata de una cúpula que representa el cielo iluminada con velas sostenidas en ménsulas que parecen nubes. Otra alternativa para este episodio es la ubicación del ángel anunciante en un lugar que representa el paraíso a espaldas del público; en el momento adecuado, el paraíso se iluminaba y el ángel descendía hacia el altar suspendido y con luces propias.

(2) El periacte es un elemento escenográfico consistente en un conjunto de prismas de base triangular que se colocan uno al lado del otro, de modo que formen un solo plano de fondo. De esta manera, puede cambiarse la escenografía al girar los periactes sobre su eje, ya que en cada lado de los prismas hay pintada una escena diferente.
(3) También se introduce el telón de escena para ocultar la escenografía antes de comenzar el espectáculo y aumentar la sorpresa. Se remarca aquí la aplicación de las técnicas de navegación al teatro, ya que esto se observará también durante el fin del Renacimiento y especialmente en el Barroco, con consecuencias incluso en el siglo XX.
(4) Cabe recordar que el vitral es una realización que tuvo su máximo esplendor durante la edad Media. En este sentido, los artesanos que se dedicaban a este arte tenían procedimientos que les permitían obtener colores muy vivos, especialmente el rojo y el azul profundos. Las escenas de los vitrales representan escenas bíblicas o de la vida de los santos, disponiéndose los vitrales de manera de seguir su lectura en un sentido determinado. De la misma manera, los colores eran cuidadosamente elegidos según la orientación del vitral en el edificio.

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