sábado, 5 de febrero de 2011

Teatro Colón 2010: balance de una reapertura (Parte I)

© Mauricio Rinaldi

En su libro El artesano, el sociólogo Richard Sennett nos dice que “Toda artesanía es trabajo impulsado por la calidad.” (pág. 36) y que los artesanos “… se dedican a hacer bien su trabajo por el simple hecho de hacerlo bien.”, de modo que “El artesano representa la condición específicamente humana del compromiso.” (pág. 32). La conclusión es, entonces, fácilmente formulable: el artesano es aquella persona que se compromete con su trabajo para lograr un producto de calidad. ¿Qué nos aporta este concepto en el análisis de la temporada de reapertura del Teatro Colón?

El 24 de mayo se reinauguró el Teatro Colón de Buenos Aires luego de cuatro años de permanecer cerrado para su remodelación. Llegar a esta reapertura fue tarea difícil, tanto para los funcionarios de la ciudad de Buenos Aires, como para el personal del teatro, ya que todos debimos trabajar en condiciones inadecuadas por la falta de tiempo. Así, surgieron diversos comentarios, algunos a favor de este proceso, en contra otros. En efecto, fueron varias las voces que expresaron “el 25 se abre y el 26 se cierra”. Esta expresión no carecía de fundamento, ya que, desde el punto de vista de las autoridades, lo único que parecía importante era abrir el 25 de mayo aún cuando muchas de las obras de remodelación no estuvieran finalizadas ni aprobadas. Entre los integrantes del personal hubo quienes opinaron que, no obstante estos faltantes edilicios, era mejor para el Colón abrir que permanecer cerrado. El discurso oficial del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hizo gala de las obras, mostrando imágenes en televisivas y haciendo una campaña de afiches callejeros con la expresión “El Colón para todos”. La información brindada a la ciudadanía sobre las virtudes de restauración edilicia, en principio correcta, era, sin embargo incompleta, ya que sólo se hacía mención a las zonas de publico: el foyer, el salón dorado, la sala y sus espacios asociados, pero no mencionaba nada de los problemas que había detrás de telón, donde la opinión pública no ve. Así, el flamante piso del escenario mostró algunas tablas flojas a la semana siguiente de la reapertura y desniveles entre el disco giratorio y el piso circundante; el sistema de apertura y cierre del telón se trabó en la segunda función, con lo que el público pudo observar todos los cambios técnicos durante los intervalos de “La Boheme”; la flamante consola de iluminación de última generación necesitó varios ajustes en su software; algunas baldosas de los pisos de los pasillo laterales del escenario se aflojaron; una plataforma del foso de orquesta arrancó un listón del borde de la baranda que lo separa de la primera fila de platea por subir desviada de la vertical; la consola de maquinaria que controla los sistemas de montaje de escenario tuvo varias fallas de funcionamiento; hay circuitos de iluminación escénica cuyos números de identificación no coinciden con los indicados en los planos de obra; los nuevos montacargas (que tanto debate produjeron en su momento) no funcionaron en varias oportunidades (hace pocos días el auxiliar del costado del escenario volvió a funcionar y su tapa presentó un desnivel con respecto al piso, siendo peligroso para la circulación del personal); algunos pisos de salas de ensayo son inadecuados para el ballet. Sólo cabe cerrar este párrafo con un etcétera cuya longitud aburriría al lector (o tal vez no).

A esta incompleta lista de detalles funcionales hay que agregar otra de problemas operativos, como, por ejemplo, la ubicación de los dimmers de regulación de iluminación eocénica en un espacio lateral del escenario lo cual lo invalida para otros usos mejores desde el punto de vista del movimiento de un espectáculo; la instalación de la consola de iluminación escénica en el antepalco del palo bajo 2 (inmediatamente al costado derecho de la entrada a platea), lo cual priva al público de una excelente ubicación y no aporta mejoras en las tareas de iluminación escénica; los talleres de maquinaria y escenografía cuya reconstrucción aún no ha comenzado; y nuevamente un etcétera que me excusa de prolongar el párrafo.

Si solamente se tratara de problemas edilicios, uno podría llegar a soportar ese estado de cosas con la esperanza de que estos problemas se vayan subsanando, considerando que, a partir de comentarios de algunos responsables de las obras que se sinceraron extraoficialmente con miembros del personal del Teatro, el Colón aún no está terminado. Sin embargo, paralelamente a estas circunstancias materiales debemos lamentar otras, más graves, de tipo humano. En efecto, las relaciones entre la dirección del teatro y su personal no han sido buenas ya desde el inicio. Retomando las ideas iniciales sobre el artesano y la artesanía, no veo que en el Colón, en su conjunto de dirección y personal, hayamos logrado un buen producto de calidad. Trataremos estos temas en la segunda parte de esta nota.

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