lunes, 30 de mayo de 2016

La ópera como antecedente de las industrias culturales (Parte III)





Este trabajo fue presentado en el XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO, Buenos Aires, 4 al 8 de agosto de 2009.

 

Consumo y cultura

 

Todo consumo de la cultura implica una cultura del consumo. Debe definirse, por lo tanto, qué tipo de consumo se lleva a cabo en el ámbito de las producciones culturales. En este sentido, debe diferenciarse entre consumo material, en el cual el individuo apunta a la posesión de un objeto físico, concreto, y consumo simbólico, donde el individuo establece una comunicación con el sentido del objeto. Se observa así que el consumo establece un tipo de relación entre sujeto y objeto.

 

En el caso de la industria cultural debe distinguirse entre los diferentes tipos de objetos culturales que dicha industria produce. Se tendrá así el ámbito de los objetos materiales (por ejemplo, la producción de cuadros y esculturas), y el ámbito de los objetos abstractos (por ejemplo, las producciones de la música y del espectáculo). Sin embargo, es necesario aclarar que, desde el punto de vista del consumo, aún los objetos abstractos necesitan de una instancia material para poder acceder a ellos; en efecto, sólo se accede al objeto musical o al objeto escénico mediante su realización sobre un escenario; o, al menos se necesita de una instancia de reproducción como el CD o el DVD. La literatura, producto que puede considerarse como el paradigma de la producción cultural abstracta, es un claro ejemplo: el acceso a la obra sólo es posible a través de un texto materializado en un libro o en la pantalla de un computador.

 

En la relación sujeto-objeto dentro de la industria cultural se trata siempre de un consumo simbólico, aun cuando la relación deba establecerse con un objeto material. Aún en el consumo en general, la posesión de un objeto físico se tiene en gran estima debido a que se lo considera portador de valores sociales, como por ejemplo, el refinamiento, la pertenencia a un grupo determinado, etcétera. Son estos valores los que prometen algo que no necesariamente se cumple. Así, en rigor, todo consumo material tiene un contenido simbólico; se compra un objeto considerando la imagen que la posesión de dicho objeto brinda frente a los otros individuos de la sociedad.