© Mauricio Rinaldi
*Presentado en el X Congreso Panamericano de Iluminación Lux América 2010, Chile. Publicado en las Actas del Congreso, págs. 246-251. ISBN: 978-956-332-875-2.
III.La arquitectura
Podemos definir la arquitectura como la disciplina que diseña espacialidades (2) habitables. En este sentido, la arquitectura determina modos de habitar, los cuales están dados por los usos sociales que tienen las diversas espacialidades que constituyen nuestro entorno. De esta manera, una espacialidad destinada a vivienda particular no tiene las mismas características que otra pensada para el servicio público de comidas, de igual modo que un teatro no brinda las mismas prestaciones que un museo, aunque, en este último caso, ambas sean espacialidades destinadas a producciones y actividades culturales.
Desde el punto de vista de la espacialidad, podemos pensar en diversos modos de oposición para establecer diferentes taxonomías espaciales. Primero, podemos considerar si se trata de una espacialidad exterior o de una espacialidad interior. Segundo, la oposición entre espacialidades públicas y espacialidades privadas. Tercero, la relación entre espacialidades de trabajo o producción y espacialidades de descanso o diversión. Cuarto, hay espacialidades de consumo económico-material y espacialidades de consumo simbólico-cultural. Quinto, espacialidades naturales y espacialidades culturales. Estas oposiciones nos permiten un primer ordenamiento de las diversas tipologías arquitectónicas. Tendremos así la oposición entre fachadas e interiores, entre viviendas privadas y edificios públicos, entre plantas industriales u oficinas y restaurantes u hoteles, entre comercios y museos, entre fachadas y paisajes, etc. Observamos que las oposiciones nos permiten pensar las características propias de un espacio en función no sólo de lo que en él debe suceder, sino también en función de lo que allí no debe ocurrir. Además, podemos establecer diversos modos de orden para un mismo conjunto de espacialidades según las oposiciones consideradas. De esta manera, las oposiciones entre la espacialidad de la cultura y la espacialidad de la producción, por un lado, y entre la espacialidad de lo público y la espacialidad de lo privado, por otro, nos permiten pensar un esquema como el de la figura 1.
Del mismo modo, las oposiciones entre las espacialidades naturales y las espacialidades culturales, por un lado, y los interiores y los exteriores, por otro, nos dan un esquema como el de la figura 2.
Desde el punto de vista del desarrollo morfosintáctico, la espacialidad arquitectónica presenta diferentes características. Por un lado, hay tres elementos compositivos con funciones específicas: superficies de apoyo, superficies de división y superficies de cierre. En efecto, son el piso, las paredes y el techo los que definen la espacialidad según sus posibles articulaciones. Pero, para que estas espacialidades se relacionen entre sí debe haber aberturas que las comuniquen; en este sentido, los conceptos de diafragma y filtro nos permiten decidir sobre la función y la proporción de una abertura ya que tendremos aberturas de comunicación y tránsito (puertas y accesos para las personas) y aberturas de iluminación (cantidad y distribución de la luz natural) (3). Por otra parte, la materialidad del espacio puede estudiarse a partir del color, la cesía y la textura; y aún cuando éstas son características propias del material, pueden ser definidas desde su comportamiento frente a la luz: el color es la distribución espectral de la luz (en términos de longitudes de onda absorbidas y reflejadas) [2], la cesía es la distribución espacial de la luz (en función de la absorción, reflexión y/ o transmisión, regular o irregular, de la luz) [9] y la textura es la distribución cíclica de la luz (a partir de un microesquema patrón de absorción-reflexión que se repite en el tratamiento de una superficie).
Mediante el análisis de una espacialidad arquitectónica en función de la articulación de planos y/ o volúmenes (piso, pared, techo), sus manifestaciones materiales (color, cesía, textura) y sus modos de mutua comunicación (diafragma, filtro), unidos a la función que cumple dicha espacialidad (tipología arquitectónica), obtendremos la base necesaria para decidir su iluminación.
(2) Debemos distinguir entre espacio como mera extensión homogénea y abstracta, y espacialidad como manifestación heterogénea y concreta de la extensión.
(3) No consideramos aquí el hecho de que las aberturas también se diseñan en función de la ventilación de los interiores.