Autorretrato de E.T. A. Hoffmann
Resultó un muy buen acierto dentro de la temporada 2014 de
ópera y ballet del Teatro Colón de Buenos Aires el ofrecer para su cierre, en
época navideña, el ballet “El Cascanueces”, además de un regreso a la
tradición que, desde el estreno de esta obra en diciembre de 1892 en San
Petersburgo, hace que los grandes teatros de ópera y ballet del mundo la
ofrezcan para esas fechas. Concurrir a ver este ballet me hizo interesarme en
el músico y escritor alemán E. T. A. Hoffmann, autor del cuento sobre el que se
basa el argumento de “El Cascanueces” (“El Cascanueces y el Rey de los Ratones”,
Nussknacher und Mäusseköning) publicado en 1816.
E.
T. A. Hoffmann, cuyo nombre completo era Ernst Theodor Wilhelm
(si bien cambió este último por el de Amadeus en homenaje al gran W. A. Mozart)
nació un frío 24 de enero de 1776 en Königsberg, actual Kaliningrado, entonces
ciudad de Prusia Oriental. Separados sus padres cuando sólo tenía dos años de
vida, el pequeño Ernst se mudó junto con su madre a la casa de sus abuelos
maternos y nunca más volvió a tener contacto con su padre.
En Königsberg concurrió a la escuela y
a la Universidad, donde estudió Derecho. A la par de esto, desarrolló su pasión
por la lectura, acercándose a la obra de Schiller, Goethe, Swift, Sterne,
Shakespeare e incluso Cervantes; también continuó con sus clases de música y de
dibujo. Mientras, se desarrollaba en él una imaginación exuberante y un espíritu
lúdico que le permitían evadirse de la realidad que lo rodeaba.
Con veinte de edad y ya realizando
prácticas legales en su ciudad natal, tuvo que abandonar ésta debido al
escándalo que suscitó su romance con una mujer mayor que él, casada y madre de
familia, a la cual había dado clases de música. Se trasladó a Glogau, a casa de
un tío suyo, y allí conoció a su prima Minna Doerffer con la cual se
comprometió en matrimonio. Al poco tiempo se trasladó a Berlín para ingresar en
el Tribunal Superior de Justicia de esa ciudad.
Debido a su nombramiento como
funcionario de la Audiencia Territorial de Posen (ciudad polaca anexada a
Prusia en 1793), Hoffmann se trasladó a esta ciudad y fue allí que su espíritu
inquieto siguió causándole problemas. En esta oportunidad fue su enamoramiento
de una muy bella joven polaca, lo cual ocasionó no sólo la ruptura del
compromiso matrimonial con su prima Minna sino también la definitiva ruptura
con su familia. Trasladado a Plock poco tiempo después (una pequeña villa a orillas
del Vístula), llegó hasta allí ya casado con su enamorada de Posen, Marianna
Theckla Michaelina Rorer-Trzynska, más conocida como Mischa. En Plock, villa
aislada de toda manifestación cultural, los únicos consuelos de Hoffmann eran
su esposa, la composición música y la redacción de su diario. Fue aquí que el
Arte se convirtió en un refugio para él.
Sin embargo, poco tiempo después, su casi obligado
“exilio” en Plock terminó y fue trasladado a Varsovia, ciudad que en ese
entonces estaba anexada a Prusia. Los años que vivió allí junto a su esposa
fueron dichosos, disfrutando de una ciudad con intensa vida cultural y
dedicándose a la composición musical. Julius Eduard Hitzig, residente en
Varsovia y que se convirtió en su amigo, lo puso en contacto con la literatura
de Tieck, Novalis, Brentano y otros escritores contemporáneos y no tanto, como
el caso de Calderón de la Barca, en cuya obra se inspiró para escribir la ópera
Amor y celos. En 1805 nació en Varsovia su hija, Cecilia.
Sin embargo, la vida apacible y dichosa de la
familia Hoffmann estaba a punto de terminar: el 28 de noviembre de 1806
Varsovia fue ocupada por las tropas napoleónicas y los funcionarios prusianos
fueron expulsados de sus puestos.