miércoles, 4 de abril de 2012

La fotografía y la iluminación: un diálogo de la luz intermedia



© Mauricio Rinaldi

Como sabemos, la palabra “fotografía” se compone de dos raíces griegas: photos (luz) y graphos (trazo/dibujo), de manera que su significado sería un dibujo de luz. Y es eso precisamente de lo que se trata: de lograr una imagen a partir de un esquema de luces que se capta mediante el objetivo de la cámara y se fija sobre una superficie interior de la misma (película o chip). Pero, para que esto sea posible, debe haber luz en el exterior de la cámara. Parece evidente, pero no siempre se piensa en lo que es más evidente. En efecto, el fotógrafo es ese artista que sabe observar el juego de luces dado en un espacio. Observa las sombras que producen los volúmenes, las intensidades que dan zonas de diferentes claridades, los colores de la luz que modifican los colores de los objetos, etc. Así, el fotógrafo sabe cuándo una escena es digna de ser fotografiada o cuándo no merece que se le destine un disparo. Su ojo evalúa las posibilidades plásticas de lo que ve y decide el carácter de la imagen definiendo apertura de diafragma, tiempo de exposición, encuadre, plano, ángulo de toma, etc.

Pero, si bien es cierto que el fotógrafo sabe cómo manipular los elementos visuales que observa, también es verdad que la luz puede ser manipulada para lograr que el espacio iluminado adquiera un carácter determinado. Esto nos pone frente a otra figura paralela a la del fotógrafo: la del iluminador, es decir, ese artista que manipula las características de la luz para obtener un resultado visual a partir de un espacio. El iluminador elige así las posiciones de las luces que generan sombras, sus intensidades para definir centros de interés, sus colores que aportan emociones, sus difusiones y sus aperturas. De esta manera, una buena imagen se obtendrá iluminando adecuadamente la escena y luego observando lo que permite hacer a la cámara.

Una idea se me ocurre entonces: el fotógrafo y el iluminador hacen lo mismo, pero al revés. El fotógrafo toma la luz que hay en un espacio y la introduce en una caja. El iluminador coloca luz en una caja y la proyecta hacia el espacio. De esta manera, la imagen se logra por un doble aspecto: poner luz en una caja (la luminaria) para proyectarla hacia el espacio logrando un carácter del mismo, y luego tomar esa luz introduciéndola en otra caja (la cámara) para fijar ese resultado visual. Así, es la luz la que interviene como sustancia intermedia entre dos dispositivos: la luminaria que devela el espacio y la cámara que la capta.

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