El estreno de una ópera es siempre un acontecimiento de gran importancia cultural, y en este caso de particular interés personal, ya que he participado directamente de uno recientemente. En efecto, el 14 de junio pasado se estrenó mundialmente la ópera Renca, París y liendres, del compositor Miguel Farías Vásquez, con libreto de Michel Lapierre Robles, ambos chilenos. La ópera fue organizada por la Universidad de Chile y representada en el Teatro de la Escuela de Carabineros de Chile, en la ciudad de Santiago, como resultado de haber ganado un concurso impulsado por la Asociación para el Fomento de la Ópera en Chile.
Fueron sus intérpretes Claudia Godoy (mezzosoprano), Nicolás Aguad (barítono), David Gáez (barítono), Leonardo Pohl (tenor), César Sepúlveda (tenor), Jaime Flores (violinista en escena) y la participación del Coro Magnificat. La dirección escénica estuvo a cargo de Miguel Ángel Jiménez Alegre, mientras que la dirección musical de la Orquesta Sinfónica de Chile fue de Francisco Núñez Palacios, siendo la directora del coro Marcela Canales Aguirre y el coreógrafo Carlos Delgado. En lo visual, Cristian Zurita Gajardo diseñó la escenografía y las proyecciones de video, Lorena Escalona y Paula Vergara diseñaron el vestuario, mientras que yo mismo fui invitado para la iluminación.
La ópera trata del abuso del poder y de los sufrimientos de los que lo padecen. Tal como lo expresa el libretista Michel Lapierre, que también es sociólogo, “… RPL tiene una motivación personal, pero me gustaría que conociera más que nada mi interpretación sobre los hechos allí narrados. Renca fue siempre un territorio rural cerca del Santiago de principios de siglo XX, que abastecía de productos agropecuarios al centro urbano. A pesar de los procesos de migración campo – ciudad de los años 40’ y 50’, Renca mantuvo su relación de abastecedora agrícola con la ciudad, hasta principios de los 70’, década en que cambió el uso del suelo y las chacras se cubrieron de polvo, piñén y pobreza. Como toda ciudad latinoamericana, ese proceso fue también una particularidad de nuestra modernidad: se hace presente el progreso y el cemento, pero no la dignidad y el buen vivir; y más que integración, la comuna fue la expresión de la exclusión de la sociedad: los campesinos empobrecidos y migrados, la ciudad de poder que los arrastra a sus rincones; el desempleo y el subempleo, la delincuencia, la violencia, el hambre y la locura, que comienza extenderse para sobrevivir; lejos de la civilidad de la clase alta, la intervención del estado y sus importantes discusiones. Yo nací y viví en Renca y observé esas relaciones: vi en su realidad actual, las imposiciones y conflictos que hemos heredado históricamente como chilenos; vi la traición, la locura del hambre y las pasta base a las espaldas de los grandes edificios; vi la autoridad burlada, las agresiones crueles, las borracheras infantiles a espaldas de nuestros indicadores económicos. La cara de la modernidad y el sello de la imposición.”
A pesar de las controversias suscitadas por alguna autoridad gubernamental por los supuestos contenidos inmorales, las representaciones de las dos funciones realizadas los días 14 y 15 fueron un éxito de asistencia de público y de difusión en medios radiales y televisivos. Próximamente daremos detalles de la producción visual.
[+ info en: www.radio.uchile.cl ]
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