Este
trabajo fue presentado en el XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO, Buenos Aires, 4 al 8 de agosto de 2009.
Consumo y cultura
Todo consumo de la
cultura implica una cultura del consumo. Debe definirse, por lo tanto, qué tipo
de consumo se lleva a cabo en el ámbito de las producciones culturales. En este
sentido, debe diferenciarse entre consumo material, en el cual el
individuo apunta a la posesión de un objeto físico, concreto, y consumo
simbólico, donde el individuo establece una comunicación con el sentido
del objeto. Se observa así que el consumo establece un tipo de relación
entre sujeto y objeto.
En el caso de la
industria cultural debe distinguirse entre los diferentes tipos de objetos
culturales que dicha industria produce. Se tendrá así el ámbito de los objetos
materiales (por ejemplo, la producción de cuadros y esculturas), y el
ámbito de los objetos abstractos (por ejemplo, las producciones de la
música y del espectáculo). Sin embargo, es necesario aclarar que, desde el
punto de vista del consumo, aún los objetos abstractos necesitan de una
instancia material para poder acceder a ellos; en efecto, sólo se accede al
objeto musical o al objeto escénico mediante su realización sobre un escenario;
o, al menos se necesita de una instancia de reproducción como el CD o el DVD.
La literatura, producto que puede considerarse como el paradigma de la
producción cultural abstracta, es un claro ejemplo: el acceso a la obra sólo es
posible a través de un texto materializado en un libro o en la pantalla de un
computador.
En la relación
sujeto-objeto dentro de la industria cultural se trata siempre de un consumo
simbólico, aun cuando la relación deba establecerse con un objeto material. Aún
en el consumo en general, la posesión de un objeto físico se tiene en gran
estima debido a que se lo considera portador de valores sociales, como por
ejemplo, el refinamiento, la pertenencia a un grupo determinado, etcétera. Son
estos valores los que prometen algo que no necesariamente se cumple. Así, en
rigor, todo consumo material tiene un contenido simbólico; se compra un objeto
considerando la imagen que la posesión de dicho objeto brinda frente a los
otros individuos de la sociedad.
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