C. W. Gluck
Este
trabajo fue presentado en el XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO, Buenos Aires, 4 al 8 de agosto de 2009.
En tercer lugar, el
desarrollo de la música y su consecuente formalización, entre otras cosas,
mediante la escala temperada establecida por Bach, y el desarrollo de formas
musicales altamente formales como la fuga.[1]
Este
espíritu de época formalizador se manifiesta en Gluck (1683-1764), quien asignó
funciones dramáticas definidas a determinadas formas musicales: el aria para la expresión de emociones, el recitativo para la acción y el coro para los comentarios.[2] La
importancia de la música en la ópera no es sólo en lo referente a sus valores
estéticos, que es como la pensaron sus creadores de la Camerata Fiorentina,
sino que, para los fines de este estudio, tiene la importancia de estipular con
precisión los tiempos del drama. En efecto, la ópera permite conocer todos los
tiempos, tanto los textuales (es decir, los correspondientes a los parlamentos
de los personajes) como los intertextuales (o sea, aquellos que transcurren
entre parlamentos).[3]
Por ejemplo, no se puede afirmar la duración del Macbeth de Shakespeare, dado que dependerá de los ritmos y
velocidades de dicción y de acción determinados por el director de escena, pero
se conoce con bastante precisión la duración del Macbeth de Verdi a partir de la partitura, aún con las diferencias
que puedan existir entre interpretaciones musicales de diversos directores de
orquesta.
El control del tiempo en el teatro es fundamental no sólo desde el
punto de vista estético, sino también para la producción técnica del
espectáculo, y siendo la música el arte del tiempo por excelencia, la ópera
pasa a ser el género de espectáculo de máximo control de producción. La
administración controlada del tiempo es así un factor más de control en la
producción escénica.
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