domingo, 10 de enero de 2010

La vieja energía eólica


© Mauricio Rinaldi (texto)
© Vilma Santillán (fotografía)

La producción de energía eólica ha devenido una tecnología de punta. En efecto, en los últimos 6 años el crecimiento de esta forma de producción de energía eléctrica, conocida como energía eólica, ha sido notable. Sin embargo, el uso de la fuerza del viento como factor de producción energético no es nuevo sino que se remonta a la Edad Media. Pero siempre se trató de dispositivos que reutilizaban la energía mecánica de viento transmitiéndola a un eje que permitía su control y aplicación a, por ejemplo, una rueda para moler granos. Es decir, se tomaba una energía mecánica (la del viento) para obtener otra energía mecánica (un eje para activar un dispositivo). En la actualidad los generadores eólicos transforman la energía mecánica del viento en energía eléctrica (de los cuales hablaremos próximamente).

En Argentina el molino de viento que extrae agua de las napas subterráneas es una constante del paisaje rural en todo el país. Una torres con forma de obelisco rematan en una hélice con cola que se orienta según la dirección del viento, permitiendo que siempre se aprovechen las corrientes de aire. La región patagónica argentina presenta zonas de permanente movimiento de masas de aire a grandes velocidades durante casi todo el año, lo que hace a estas zonas especialmente aptas para la instalación de los modernos parques eólicos.

Conocemos bien los molinos de viento desde finales de la Edad Media. Baste recordar cómo Don Quijote, en sus desvaríos, pelea contra estos molinos creyéndolos gigantes amenazantes ¿Se trata de la ilusión de un loco, como generalmente se interpreta a este personaje?, ¿o es la oposición a la tecnología por temor a lo desconocido?

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