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Mauricio Rinaldi
Como
sabemos, Oscar Niemeyer, recientemente fallecido (1907-2012), fue uno los más
grandes arquitectos del siglo XX. En sus proyectos la luz es de fundamental
importancia, hasta el punto de haber sido considerada por este arquitecto como
herramienta importantísima para la clasificación de los espacios. Para
comprender esta característica debemos recordar que Niemeyer fue colaborador de
Le Corbusier, por lo que conoció de cerca sus conceptos, convirtiéndose en
seguidor y promotor de su maestro.
En
este sentido, la luz es un elemento que guía el proyecto arquitectónico, ya sea
definiendo aspectos constructivos o atendiendo a problemas específicos de
iluminación, como la creación de efectos de bóveda celeste. La influencia de
maestros franceses, para quienes la luz es reveladora de formas, es reformulada
por Niemeyer para lograr soluciones de alto contraste, por lo que no se trata
ya de un claroscuro evidenciado por un volumen que recibe luz, sino de poner de
relieve el volumen respecto de su contexto, es decir, de la clara determinación
de la relación figura-fondo.
En
sus proyectos Niemeyer cuida meticulosamente el diseño plástico de sus obras, y
nuevamente la luz es fundamental para un buen resultado en esta dirección. El
interior de sus edificios busca, en lo posible, la utilización de la luz
natural con un tratamiento que la hace irregular, heterogénea, creando zonas de
iluminación diferenciada. Con ello, Niemeyer manifiesta una postura divergente
respecto del racionalismo que busca la distribución uniforme y homogénea de la
luz blanca considerada como “luz universal”.
También
en relación con la plástica de sus formas, los proyectos de Niemeyer presentan desarrollos
de tipo aerodinámico, donde la transparencia, la liviandad y la falta de apoyo
sobre el suelo, son ilusiones logradas en gran medida por el tratamiento de la
luz natural, cuyo objetivo final es dar movimiento y contrarrestar peso a la
monumentalidad del edificio.
Respecto
de los exteriores, la fachada está dispuesta de modo que el sol no indica
frontalmente, con lo cual se logran altos contrastes de luces y sombras que dan
gran expresividad a los volúmenes netos. En este sentido, juega también con la
luz reflejada por un plano sobre otro y el efecto de profundidad y perspectiva
logrado por las diferencias de iluminación.
Ejemplos
de cómo la luz es considerada una aliada inseparable de la arquitectura
neimeyeriana son: la relación luz-oscuridad en el Memorial JK, los balcones
sombreados de los Palacios de Brasilia, el cono de luz que se materializa en la
catedral de Brasilia y en la Mezquita de Argel, las superficies reflejantes del
Casino de Pampulha, la luz entrante por pequeñas aberturas que enfatizan la
masa de la Iglesia Ortodoxa de Brasilia, la luz dramática en la Capilla de
Pampulha, y la luz universal en los edificios del Parque de Ibirapuera.
Vemos
así que la luz define la intencionalidad del proyecto arquitectónico: lograr
que el hombre acceda a una nueva experiencia del espacio y del entorno que
generan sensaciones agradables y placenteras.
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