domingo, 20 de enero de 2013

Oscar Niemeyer: cuando la luz diseña la arquitectura


© Mauricio Rinaldi

Como sabemos, Oscar Niemeyer, recientemente fallecido (1907-2012), fue uno los más grandes arquitectos del siglo XX. En sus proyectos la luz es de fundamental importancia, hasta el punto de haber sido considerada por este arquitecto como herramienta importantísima para la clasificación de los espacios. Para comprender esta característica debemos recordar que Niemeyer fue colaborador de Le Corbusier, por lo que conoció de cerca sus conceptos, convirtiéndose en seguidor y promotor de su maestro.

 

En este sentido, la luz es un elemento que guía el proyecto arquitectónico, ya sea definiendo aspectos constructivos o atendiendo a problemas específicos de iluminación, como la creación de efectos de bóveda celeste. La influencia de maestros franceses, para quienes la luz es reveladora de formas, es reformulada por Niemeyer para lograr soluciones de alto contraste, por lo que no se trata ya de un claroscuro evidenciado por un volumen que recibe luz, sino de poner de relieve el volumen respecto de su contexto, es decir, de la clara determinación de la relación figura-fondo.

 

En sus proyectos Niemeyer cuida meticulosamente el diseño plástico de sus obras, y nuevamente la luz es fundamental para un buen resultado en esta dirección. El interior de sus edificios busca, en lo posible, la utilización de la luz natural con un tratamiento que la hace irregular, heterogénea, creando zonas de iluminación diferenciada. Con ello, Niemeyer manifiesta una postura divergente respecto del racionalismo que busca la distribución uniforme y homogénea de la luz blanca considerada como “luz universal”.

 

También en relación con la plástica de sus formas, los proyectos de Niemeyer presentan desarrollos de tipo aerodinámico, donde la transparencia, la liviandad y la falta de apoyo sobre el suelo, son ilusiones logradas en gran medida por el tratamiento de la luz natural, cuyo objetivo final es dar movimiento y contrarrestar peso a la monumentalidad del edificio.

 

Respecto de los exteriores, la fachada está dispuesta de modo que el sol no indica frontalmente, con lo cual se logran altos contrastes de luces y sombras que dan gran expresividad a los volúmenes netos. En este sentido, juega también con la luz reflejada por un plano sobre otro y el efecto de profundidad y perspectiva logrado por las diferencias de iluminación.

 

Ejemplos de cómo la luz es considerada una aliada inseparable de la arquitectura neimeyeriana son: la relación luz-oscuridad en el Memorial JK, los balcones sombreados de los Palacios de Brasilia, el cono de luz que se materializa en la catedral de Brasilia y en la Mezquita de Argel, las superficies reflejantes del Casino de Pampulha, la luz entrante por pequeñas aberturas que enfatizan la masa de la Iglesia Ortodoxa de Brasilia, la luz dramática en la Capilla de Pampulha, y la luz universal en los edificios del Parque de Ibirapuera.

Vemos así que la luz define la intencionalidad del proyecto arquitectónico: lograr que el hombre acceda a una nueva experiencia del espacio y del entorno que generan sensaciones agradables y placenteras.

 

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