miércoles, 11 de diciembre de 2013

1813: otro año glorioso para el arte


© Vilma Santillán (texto)

Hace un tiempo escribimos una nota sobre la importancia que tuvo para el arte el año 1840, año en que nacieron el escultor Auguste Rodin, el músico Peter Tchaicovsky y el pintor Claude Monet. Y precisamente lo titulamos “1840: un año glorioso para el arte”.

Sin embargo, no ha sido el único momento en la historia del arte en que las ¿coincidencias? natalicias nos permiten, aún hoy, disfrutar de momentos de extrema belleza. Hace doscientos años, en 1813, nacieron dos maestros de la música occidental: Giuseppe Verdi en Italia y Richard Wagner en Alemania (si bien en esa época no existían como tales esos países). Ambos, cada uno en su estilo pero encuadrados dentro del período romántico, revolucionaron la ópera.

 
Foto de G.Verdi
 


Verdi ha sido reconocido como el más notable compositor de ópera italiana del siglo XIX, un puente entre la corriente bel cantista de Rossini, Bellini y Donizetti y el verismo finisecular de Puccini, Leoncavallo y Mascagni, entre otros. Sus primeros éxitos teatrales acompañaron la turbulenta situación política que se vivía en Italia en la década de 1840, previa a la unificación del reino: su apellido se convirtió en el acrónimo de “Vittorio Emmanuele Re d’ Italia”, a raíz de que este rey del Piamonte-Cerdeña encabezaba el movimiento unificador de la península itálica. Éxitos profesionales (la famosa trilogía de la década de 1850: Rigoletto, Traviata y Trovatore) se alternan con desdichas personales (la muerte en plena juventud de su primera esposa y dud dos pequeños hijos) y una lucha casi constante con la censura (en Traviata y Un ballo in maschera, por ejemplo). Escribió óperas para diversos teatros europeos e incluso africanos (Aída inauguró la temporada lírica de la ópera de El Cairo en 1871) y al final de su vida, en colaboración con el libretista Arrigo Boito, compuso Otello y Falstaff, basadas en sendos dramas shakespeareanos. Fue autor también del Requiem (1874), escrito en honor al poeta Alessandro Manzoni.

 

Foto de R. Wagner
 
 
Wagner es, aún hoy, un personaje controvertido, en comparación con Verdi, situación quizá producto de la predilección que por sus obras tuvieron los jerarcas nazis. Con varios desplazamientos por Europa escapando de sus acreedores y de las persecuciones políticas (debemos recordar su participación en las luchas revolucionarias de 1849 en la ciudad de Dresden que lo obligó a huir de esta ciudad hacia Zurich, pasando previamente por Weimar, donde Liszt lo ayuda dándole un pasaporte falso para que pudiera continuar su viaje a Suiza) y en busca de trabajo y de mecenas que auspiciaran sus obras, con dos matrimonios al igual que Verdi (el primero, bastante turbulento, con Minna Planer y el segundo con Cosima Liszt, hija del músico húngaro Franz Liszt, con quien tiene a su hija Isolda estando Cosima aún casada con su primer esposo) su vida fue  mucho más ajetreada que la del músico italiano. Así mismo, sus óperas parecen haber seguido la suerte de su autor recibiendo, en muchos casos, el merecido reconocimiento tras la muerte de Wagner. Sin embargo, en 1864, cuando Wagner se hallaba en condiciones anímicas y materiales deplorables, el rey Luis II de Baviera apareció en su auxilio, casi milagrosamente, y lo invitó a trasladarse a Munich, cancelando sus deudas, ofreciéndole una casa y encomendándole el estreno de Tristán e Isolda (1865). También estrena allí Los Maestros Cantores (1868), El Oro del Rhin (1869) y La Valquiria (1870) y repone Lohengrin (1867). En 1871 visita la localidad de Bayreuth y se convence de que ése es el lugar indicado para la construcción de su propio teatro para los Festivales Teatrales, el cual comienza a construirse con el apoyo material del rey bávaro en 1872. El 13 de agosto de 1876 se inaugura la Casa de Festivales de Bayreuth con la presencia del emperador alemán Guillermo I, el de Brasil, Don Pedro II, el rey de Württemberg, artistas y prensa de todo el mundo. Los segundos Festivales de Bayreuth tendrán lugar varios años más tarde, en 1882, cuando se estrena allí Parsifal.

En el actual Casino de Venecia, el Palazzo Vendramin, sobre el Gran Canal, fallece el músico en 1883.

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