Escenografía barroca
Este trabajo ha sido
presentado en el Primer Congreso Nacional de Escenografía, Universidad Nacional
del Centro, Argentina, 2013. Publicado en la revista EscenaUno, Universidad
Nacional del Centro, N° 1, junio de 2014.
Como
sabemos, la luz como hecho artístico surge históricamente en el ámbito del
teatro y adquiere ya alguna organización formal en el Barroco (1). Esto no es
casual ya que es en este período cuando el teatro logra la plena formalización
de sus aspectos visuales en un tipo de dispositivo que se conocerá como el
teatro alla italiana, esa caja con un lado abierto hacia la vista del público
que puede observar las acciones que se desarrollan en su interior. La idea que
guía la organización y funcionamiento de este gigantesco “instrumento de
óptica” es el cuadro-ventana de
Alberti, es decir, todo el procedimiento conceptual y metodológico que el
teatro toma de la pintura, haciendo que la escenografía se presente como un
gran cuadro descompuesto en planos paralelos y
yuxtapuestos (los rompimientos, las patas, las bambalinas y el fondo)
dentro del cual actúan los personajes de la obra teatral. La embocadura del
escenario, delimitación visual del escenario, pasó a ser, entonces, el
correlato del marco del cuadro. Sin embargo, la diferencia entre la pintura y
el teatro es que la imagen de la primera es estática, mientras que la del
segundo es dinámica. En efecto, el teatro barroco desarrolló una maquinaria
escénica que permitiría transformar los espacios ante la vista del público
mediante trampas, carros, poleas y plataformas móviles. (Brockett, O. et al, 2010, pág. 90 y ss., y Moynet,
J., 1999).
En el
contexto del Barroco la iluminación teatral propuso durante los siglos XVII y
XVIII la instalación de candiles de aceite y/o velas detrás de las patas, al
pie de los bastidores y en filas sobre varas suspendidas detrás de las
bambalinas, de manera que se obtenía una iluminación que prevalentemente
permitía la visión de la escenografía. La escasa luminosidad de estas fuentes
luminosas, que cumplía una función aceptable para iluminar la escenografía, no
lograba la buena iluminación de los actores, ubicados más lejos de las fuentes
de luz, en el centro del escenario. Así, el resultado era que la intensidad
luminosa decrecía hacia el centro del escenario. La solución fue, desde el
comienzo, colocar fuentes luminosas en el proscenio. La iluminación desde el
proscenio lograba una buena intensidad de luz sobre los actores, aunque su
incidencia desde abajo producía un aspecto antinatural. Ya Nicola Sabbatini
(1574 – 1624) había desaconsejado el uso de la luz de proscenio, pero se la
seguía utilizando al ser la única manera de iluminar a los actores que se
ubicaban, la mayor parte de las veces, en la parte central y delantera del
escenario de modo que la intensidad de luz sobre éstos pudiera equilibrarse y
competir con la de la escenografía (2).
1.Podría
objetarse que ya anteriormente, en la Edad Media, la luz tiene un alto
desarrollo en los vitrales de las catedrales. Si bien esto es verdad, el uso de
los diferentes elementos visuales en la Edad Media está relacionado con la
transmisión de un corpus de ideas
ligadas principalmente a la Iglesia, mientras que a partir del Renacimiento el
arte comienza su proceso de autonomización, separándose de los intereses
ideológicos hegemónicos.
2.La
ubicación de los actores en la parte central y delantera del escenario responde
a la necesidad de mantener la ilusión creada por la perspectiva. Si un actor se
ubica en la parte posterior del escenario, su tamaño será proporcionalmente
mayor que el de los elementos del espacio representado.
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