Caricatura de Castel y su clavecín ocular
Este trabajo
ha sido presentado en el Primer Congreso Nacional de Escenografía, Universidad
Nacional del Centro, Argentina, 2013. Publicado en la revista EscenaUno, Universidad
Nacional del Centro, N° 1, junio de 2014.
Otro
aspecto explorado es la relación entre la luz y los colores, lo cual podemos
considerar desde dos puntos de vista: por una parte, la exigencia de la música
de encontrar expresión visual, ya intentada en la Antigüedad, pero retomada con
fuerza en el siglo XVIII; por otra parte, la aspiración de las artes visuales
de mostrar una dimensión temporal, con aportes de la luz, el sonido y el
movimiento. El primer caso dio por resultado la música de los colores, mientras que el segundo se evidenció en las
vanguardias históricas, las neovanguardias y en las investigaciones recientes.
Observamos que en la relación color-luz se juega la relación espacio-tiempo. En
efecto, el color se percibe en el espacio, mientras que la luz, al ser energía,
se da en el tiempo. En rigor, toda energía es, en su esencia, temporal, ya que
no podemos concebir una fuente si no es como una entidad que emite a través del
tiempo. Por ello, podemos reformular el problema como un intento de
espacializar lo temporal y de temporalizar lo espacial.
Con
respecto a la temporalización de lo visual o la música de los colores, las
diferentes búsquedas no siempre aportaron valores estéticos, y en muchos casos
estuvieron guiadas por el mero espíritu de investigación, por lo que no
llegaron a constituir una verdadera disciplina artística. Las primeras
aproximaciones en este terreno se deben al abate francés Louis-Bertrand Castel,
quien intentó establecer la relación entre el sonido y el color-luz, creando en
1725 el clavecín oculaire, un
dispositivo constituido por cintas de tejido suave coloreado que se
posicionaban delante de una llama mediante la acción de un teclado produciendo
proyecciones cromáticas. Su objetivo era encontrar el análogo óptico-acústico, para lo cual propuso un conjunto de 144
colores que se correspondían con 12 octavas del sonido. La concepción de Castel
fue la de un espectáculo de luz como experiencia total de desarrollo colectivo.
También Newton asignó colores a sonidos, mostrando una relación entre los siete
colores del espectro visual y los siete sonidos de la escala musical. Debemos
considerar que durante el settecento
y el ottocento se dio una voluntad de
hallar una integración entre lo visual y lo temporal.
Sin embargo, estas
investigaciones se aceleraron con el desarrollo de la luz eléctrica, cuyo
resultado derivó en la creación de los órganos
de colores de los ingleses Bainbridge Bishop y Wallace Rimington. En este
sentido, debemos considerar que el nuevo clima cultural implica una
redefinición de los términos de la percepción por los nuevos medios técnicos
(teléfono, telégrafo, radio), surgiendo artistas que se inspiran en un nuevo
lenguaje universal de los sentidos.
Órgano de colores, 1912
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