viernes, 13 de marzo de 2015

La luz y el espacio escénico: los antecedentes de una poética lumínica (Parte IX)


Caricatura de Castel y su clavecín ocular



 

Este trabajo ha sido presentado en el Primer Congreso Nacional de Escenografía, Universidad Nacional del Centro, Argentina, 2013. Publicado en la revista EscenaUno, Universidad Nacional del Centro, N° 1, junio de 2014.

 

Otro aspecto explorado es la relación entre la luz y los colores, lo cual podemos considerar desde dos puntos de vista: por una parte, la exigencia de la música de encontrar expresión visual, ya intentada en la Antigüedad, pero retomada con fuerza en el siglo XVIII; por otra parte, la aspiración de las artes visuales de mostrar una dimensión temporal, con aportes de la luz, el sonido y el movimiento. El primer caso dio por resultado la música de los colores, mientras que el segundo se evidenció en las vanguardias históricas, las neovanguardias y en las investigaciones recientes. Observamos que en la relación color-luz se juega la relación espacio-tiempo. En efecto, el color se percibe en el espacio, mientras que la luz, al ser energía, se da en el tiempo. En rigor, toda energía es, en su esencia, temporal, ya que no podemos concebir una fuente si no es como una entidad que emite a través del tiempo. Por ello, podemos reformular el problema como un intento de espacializar lo temporal y de temporalizar lo espacial.

 

Con respecto a la temporalización de lo visual o la música de los colores, las diferentes búsquedas no siempre aportaron valores estéticos, y en muchos casos estuvieron guiadas por el mero espíritu de investigación, por lo que no llegaron a constituir una verdadera disciplina artística. Las primeras aproximaciones en este terreno se deben al abate francés Louis-Bertrand Castel, quien intentó establecer la relación entre el sonido y el color-luz, creando en 1725 el clavecín oculaire, un dispositivo constituido por cintas de tejido suave coloreado que se posicionaban delante de una llama mediante la acción de un teclado produciendo proyecciones cromáticas. Su objetivo era encontrar el análogo óptico-acústico, para lo cual propuso un conjunto de 144 colores que se correspondían con 12 octavas del sonido. La concepción de Castel fue la de un espectáculo de luz como experiencia total de desarrollo colectivo. También Newton asignó colores a sonidos, mostrando una relación entre los siete colores del espectro visual y los siete sonidos de la escala musical. Debemos considerar que durante el settecento y el ottocento se dio una voluntad de hallar una integración entre lo visual y lo temporal.

Sin embargo, estas investigaciones se aceleraron con el desarrollo de la luz eléctrica, cuyo resultado derivó en la creación de los órganos de colores de los ingleses Bainbridge Bishop y Wallace Rimington. En este sentido, debemos considerar que el nuevo clima cultural implica una redefinición de los términos de la percepción por los nuevos medios técnicos (teléfono, telégrafo, radio), surgiendo artistas que se inspiran en un nuevo lenguaje universal de los sentidos.

Órgano de colores, 1912


No hay comentarios:

Publicar un comentario