La Dama del Armiño (Leonardo Da Vinci)
Este
trabajo fue presentado en el XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO, Buenos Aires, 4 al 8 de agosto de 2009.
Arte de masas y arte
de elite
El arte ha sido
siempre una actividad para sectores privilegiados de la sociedad, y aún sigue
siéndolo. En efecto, si antes el arte estaba sólo disponible para algunos que
podían poseer objetos o asistir a eventos pagando el costo económico que ello
tenía, hoy el acceso al arte está restringido no exclusivamente por los costos
económicos, sino por el capital cultural que se necesita para poder
relacionarse con las producciones del arte.
Desde el
Renacimiento, con el surgimiento de los mecenas, el arte produce objetos o
situaciones a las que sólo acceden quienes pueden pagar por ello, aspecto que
en la Modernidad se manifiesta en la figura del comerciante burgués que puede
comprar obras de arte o asistir al teatro. La rigidez del sistema simbólico que
gobierna la sociedad europea de los siglos XVII y XVIII permite a cualquier
individuo de las clases altas interpretar sin problemas el sentido de la obra
de arte. Es decir, el problema a resolver es el consumo material ya que el
consumo simbólico está predefinido. Al crearse los museos con acceso permitido
al público general sin importar su condición o clase social a fines del ottocento,
paulatinamente la totalidad de la sociedad pudo acceder a objetos y eventos
reservados antes a grupos minoritarios de la sociedad; se masificaba así el contacto
entre arte e individuos.[1] Sin
embargo, pronto el arte mostraría una reacción por medio de la cual se alejaría
de las masas: las vanguardias. Este nuevo contexto se caracterizó por la
propuesta de diferentes lenguajes expresivos simultáneamente, los cuales
cuestionaban los cánones de composición tradicionales (la Academia), obligando
al público a recurrir a expertos que pudieran explicarle el contenido de las
nuevas obras; nacía así el crítico de arte, encargado de traducir e interpretar
para el público los novedosos universos simbólicos del arte. Así, la democratización
del arte resolvió el problema del consumo material, pero, contrariamente,
produjo el problema del consumo simbólico. Se ha pasado de una elite económica
a una elite intelectual.
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