Escenografía barroca
Este
trabajo fue presentado en el XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO, Buenos Aires, 4 al 8 de agosto de 2009.
La ópera como modelo
de producción en serie
La ópera nace
barroca. Si bien los textos de historia del arte y del teatro sitúan su origen
durante el Renacimiento, entre 1580 y 1600, en rigor la primera composición de
teatro cantado (o dramma in musica) considerada como la primera ópera
corresponde a Jacopo Peri: su Dafne, estrenada en Roma en 1594.[1] A estas
alturas, el Renacimiento prácticamente ha concluido y comienzan a observarse
nuevos conceptos tanto filosóficos como estéticos.
Aún cuando las
historias del arte y del teatro sitúan su origen a fines del Renacimiento,
desde el punto de vista conceptual la ópera es una construcción del Barroco. En
efecto, el Barroco es un período durante el cual convive la fuerte voluntad por
encontrar un orden de la realidad en el campo de la filosofía (racionalismo)
junto a la libre exacerbación de los sentidos en el ámbito del arte
(sensualismo). Pero, estas vías de contacto con el mundo, lo racional y lo
sensual, no son opuestas (como generalmente se las considera), sino que son dos
modos de expresión de un mismo sentir, de un mismo espíritu de época. Por un
lado, el sensualismo tendrá su manifestación en un arte recargado, saturado de
elementos que “ocupan” cuanto intersticio sea posible. Por otro lado, el
cartesianismo no permite pasar de una proposición a otra sin establecer el
correspondiente (y necesario) nexo lógico. El horror al vacío se filtra así en
todos los órdenes de la vida: un arte recargado de elementos y una filosofía
sin “agujeros” proposicionales. En este contexto surge la ópera, también como
un arte recargado visualmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario