viernes, 23 de septiembre de 2016

La ópera como antecedente de las industrias culturales (Parte VII)


Escenografía barroca


Este trabajo fue presentado en el XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO, Buenos Aires, 4 al 8 de agosto de 2009.
 
Pero hay en la ópera características y situaciones de su producción que permiten ubicarla como el origen o, al menos el primer modelo, de las industrias culturales. Estas características y situaciones en diversas disciplinas y actividades sociales (tanto artísticas como prácticas o científicas) son condiciones que se dan durante el Barroco, pero surgen en el período anterior del Renacimiento. Sin embargo, es en la ópera donde éstas se articulan de modo particular. Cabe, por ello, presentar el esquema correspondiente.
 
En primer lugar, el teatro del Barroco hereda del Renacimiento las técnicas de representación en perspectiva, las cuales son aplicadas al espacio escénico produciendo gigantescos cuadros en cuyo interior se desplazan los personajes del drama. Entre otros, es Sebastiano Serlio quien publica en 1545 su obra Architettura en cuyo Libro II describe lo que él considera el teatro clásico. Allí describe cómo realizaba las escenografías: combinación de la falsa perspectiva con elementos tridimensionales y bastidores en ángulo, agregando el piso con pendiente, y hace notar que los bastidores frontales deben ser chatos y, por ello, la pintura debe reemplazar con luces y sombras a los volúmenes. También describe máquinas escénicas y modos de iluminar.[1] La perspectiva es una técnica de representación que considera la homogeneidad del espacio, es decir, la equivalencia de todos los puntos que constituyen el espacio (coincidentemente con el punto de vista filosófico-matemático propio del racionalismo).[2] Aplicada a la producción escenográfica, la perspectiva produce lo que se conoce como escenografías de fondo y rompimientos, es decir, un telón de fondo delante del cual se ubican paralelamente otros telones recortados a modo de arcos, permitiendo al espectador ver la profundidad del escenario. La ilusión de profundidad se logra mediante la pintura según las reglas de la perspectiva. Pero también podía disponerse de bastidores laterales que entraban o salían de escena deslizándose desde o hacia los costados por ranuras practicadas en el piso del escenario. El cierre visual entre estos bastidores se lograba por una bambalina que se suspendía en el mismo plano vertical de los bastidores, creando el arco visual. Así, ya no interesa qué tipo de espacio deba representarse; la técnica de realización es siempre la misma, logrando la estandarización formal de la imagen.
 
 


[1] La escena viviente. Historia del teatro universal, p. 84 y ss.
[2] Véase el estudio de Panofsky: La perspectiva como forma simbólica, p. 12 y ss.

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