Escenografía barroca
Este
trabajo fue presentado en el XVIII CONGRESO INTERNACIONAL DE TEATRO IBEROAMERICANO Y ARGENTINO, Buenos Aires, 4 al 8 de agosto de 2009.
Pero hay en la ópera
características y situaciones de su producción que permiten ubicarla como el origen
o, al menos el primer modelo, de las industrias culturales. Estas
características y situaciones en diversas disciplinas y actividades sociales
(tanto artísticas como prácticas o científicas) son condiciones que se dan
durante el Barroco, pero surgen en el período anterior del Renacimiento. Sin
embargo, es en la ópera donde éstas se articulan de modo particular. Cabe, por
ello, presentar el esquema correspondiente.
En primer lugar, el teatro del Barroco
hereda del Renacimiento las técnicas de representación en perspectiva, las
cuales son aplicadas al espacio escénico produciendo gigantescos cuadros en
cuyo interior se desplazan los personajes del drama. Entre otros, es Sebastiano
Serlio quien publica en 1545 su obra Architettura
en cuyo Libro II describe lo que él considera el teatro clásico. Allí describe
cómo realizaba las escenografías: combinación de la falsa perspectiva con
elementos tridimensionales y bastidores en ángulo, agregando el piso con
pendiente, y hace notar que los bastidores frontales deben ser chatos y, por
ello, la pintura debe reemplazar con luces y sombras a los volúmenes. También
describe máquinas escénicas y modos de iluminar.[1] La
perspectiva es una técnica de representación que considera la homogeneidad del
espacio, es decir, la equivalencia de todos los puntos que constituyen el
espacio (coincidentemente con el punto de vista filosófico-matemático propio
del racionalismo).[2]
Aplicada a la producción escenográfica, la perspectiva produce lo que se conoce
como escenografías de fondo y
rompimientos, es decir, un telón de fondo delante del cual se ubican
paralelamente otros telones recortados a modo de arcos, permitiendo al
espectador ver la profundidad del escenario. La ilusión de profundidad se logra
mediante la pintura según las reglas de la perspectiva. Pero también podía
disponerse de bastidores laterales que entraban o salían de escena deslizándose
desde o hacia los costados por ranuras practicadas en el piso del escenario. El
cierre visual entre estos bastidores se lograba por una bambalina que se
suspendía en el mismo plano vertical de los bastidores, creando el arco visual.
Así, ya no interesa qué tipo de espacio deba representarse; la técnica de
realización es siempre la misma, logrando la estandarización formal de la
imagen.
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