© Mauricio Rinaldi (texto)
A fines de mayo pasado falleció en Buenos Aires, ya octogenario, el escenógrafo y arquitecto Gastón Breyer. Una de las figuras más relevantes de la visualidad escénica argentina, escenógrafo egresado de la Escuela Superior de Bellas Artes, fue Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Allí desarrolló una intensa actividad docente, creando el Centro de Heurística y la Sociedad de Estudios Morfológicos de Argentina, SEMA. Como escenógrafo, diseñó más de 200 escenografías y fue asesor en proyectos arquitectónicos de diversos teatros. Fue autor, también, de numerosos libros, debiéndose destacar su última obra La Escena Presente (Ediciones Infinito, Buenos Aires, 2005), cuyo extenso texto de más de 500 páginas resume las propuestas teórico-pedagógicas de toda su vida para el análisis del espacio escénico.
He tenido la fortuna de estudiar con Breyer en su estudio privado ubicado en el barrio de Villa del Parque, en Buenos Aires, donde dictaba un excelente curso de escenografía de 2 años. Recuerdo la primera clase en la que, al comenzar, tomó una caja llena de objetos diversos y, arrojándolos sin cuidado sobre el piso, comenzó a hablarnos de la “dispersión aleatoria”: el problema era cómo poner orden en un espacio a partir de un concepto. Al finalizar esa primera clase, nos pidió un cubo hecho de listones de madera con el cual trabajaríamos desarrollando ejercicios en las clases sucesivas. Dentro de este cubo cada estudiante desarrollaba espacialidades combinando líneas de hilos, planos de cartón, plástico o textiles; eran ejercicios abstractos de los que luego derivaban escenografías. Durante el curso casi no vimos planos escénicos, ya que el interés de Breyer no era principalmente técnico, sino esencialmente conceptual. Así, Breyer nos hablaba del análisis semiótico, de la filosofía fenomenológica, de la teoría de la Gestalt, etc. Todo este conjunto de teorías, en apariencia sin ninguna relación con el teatro, era adaptado y orientado por el Maestro hacia el surgimiento del espacio escénico a partir del análisis del texto teatral; su objetivo fue, entonces, el desarrollo de un método sistemático para el diseño escenográfico.
Al finalizar el curso de Breyer me inscribí en la carrera de Filosofía, ya que quería hacer para la iluminación, dentro de mis posibilidades y capacidad, lo que Breyer ha hecho tan genialmente para la escenografía. Creo haber logrado algo de esto en gran parte gracias a los estudios que he cursado con él. En ocasiones, dentro del ambiente teatral, alguien me dice “maestro”, y yo siempre respondo: Maestro es un título que uno debe ganarse con muchos años de trabajo serio.
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