lunes, 26 de julio de 2010

Un Rigoletto al buio


© Mauricio Rinaldi (texto) – Guillermo Genitti (fotografía de un ensayo publicada en el programa de mano).

El pasado sábado 10 de julio asistí al Teatro Argentino de la ciudad de La Plata para presenciar Rigoletto, una de las más conocidas óperas de Giuseppe Verdi.

Lo primero que llamó mi atención fue la escenografía de Daniel Feijóo, ya que presentó una inusual propuesta de espacio para este clásico de la lírica. El palacio del Duque de Mantua (en el primer cuadro del primer acto y en el segundo acto) estaba representado sobre una plataforma de casi dos metros de altura que ocupaba todo el escenario dejando dos metros libres en la parte delantera, detrás de la línea de telón. Sobre dicha plataforma una superficie curva semicilíndrica representaba la pared de oscuras piedras grises. Una escalera que seguía la curva de la pared por el lado izquierdo llevaba a un rellano que permitía entradas y salidas de actores por una puerta superior, mientras que otras puertas al nivel de la plataforma dejaba accesos laterales. Por su parte, la curva de la escalera se compensaba con una raja irregular en el lado derecho de la pared. La casa de Rigoletto (segundo cuadro del primer acto) presentó una novedad al ubicar las acciones fuera de la casa, o sea, en la misma calle, sin mostrar simultáneamente el patio interior como se lo hace habitualmente. Se trataba de una inmensa pared con una escalera recta que descendía desde la parte superior izquierda hasta la parte inferior derecha, todo este conjunto estaba en primer plano de modo que las acciones se desarrollaban en una franja detrás de la línea de telón. Por último, la posada de Sparafucile (en el tercer acto) mostraba la plataforma del palacio dividida en dos partes separadas por un espacio que representaba un canal fluvial, las cuales se conectaban mediante un puente levadizo. El factor común de todos estos espacios fue el color gris oscuro y su carácter general de lúgubres y decadentes.

La iluminación de Gabriel Lorenti no corrió la misma suerte que la escenografía, ya que careció de un tratamiento cuidado. En efecto, en algunos casos los rostros de los cantantes quedaron realmente oscuros, lo cual no es necesariamente un error en sí mismo desde el punto de vista estético, pero el caso es que el contraste logrado por la falta de iluminación frontal no tuvo la prolijidad necesaria. Por otra parte, numerosos detalles de la escenografía, como relieves en los frentes delanteros de la plataforma o la textura de las paredes, no resultaron suficientemente visibles por lo que no se integraron en la composición de la imagen. Tampoco se aprovechó el color neutro general de la escenografía que hubiera dado lugar a la mayor flexibilidad en la manipulación plástica de la luz respecto de su color; en este sentido, toda la iluminación fue resuelta mediante luces blancas frías y sólo hubo pequeñas intervenciones de puntos cálidos que no lograron armonizar con la luz fría. Por último, se observaron desajustes en la ubicación de algunos cantantes que se ubicaron fuera de las zonas de luz (pero aquí no sabemos si por error de la luz o de los cantantes).

El vestuario de Sofía Di Nunzio se mostró ajustado a la época en la que se encuadra la ópera y también en colores neutros, de modo que se integró con la escenografía.

Respecto de la règie de Pablo Maritano, no se observó una dirección actoral precisa, ya que hubo masas de coro sin composición y falta de caracterización gestual en los solistas, como así también derroteros inciertos en éstos. El abuso de un recurso como el mostrar en los cuadros del palacio a señoritas semidesnudas permanentemente también terminó por aburrir, no obstante haber constituido un agradable aderezo visual para el público masculino.

La poca agraciada acústica de la sala del Teatro Argentino no permitió la adecuada apreciación de los cantantes, pero esto es ya un mal constante en dicha sala.

En resumen, creo que la concepción general de la puesta en escena fue buena, pero faltó el adecuado ajuste y equilibrio entre los diferentes aspectos visuales (escenografía, iluminación y règie). Debo lamentar que durante mi regreso a la ciudad de Buenos Aires me vinieran a la memoria las palabras que Rigoletto le dice a Marullo: “Di tanto buio lo sguardo é nullo”.

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