© Mauricio Rinaldi (texto)
© Ramón López Cauly (boceto para Don Giovanni, Teatro Municipal de Santiago de Chile, 1995)
El domingo 11 de julio presencié el ensayo general de Don Giovanni, de Mozart, en el Teatro Colón de Buenos Aires. Una escenografía codiseñada por el propio regisseur Michael Hampe y el escenógrafo Germán Droghetti, más bien acromática, de inspiración palladiana y con fuerte tendencia al blanco, mostraba escenas simétricas, tal como lo requiere una obra clásica. En este sentido, el mármol de carrara fue la textura elegida para dar terminación a los diversos elementos escenográficos que representaban arquitectura, la cual se combinaba con un fondo blanco que, pese a sus cambios cromáticos producidos por la iluminación, se mantuvo desaturado casi todo el tiempo. En este sentido, la escenografía se compuso como un sistema de elementos, corpóreos los del primer plano y semiplanos los de más atrás, que se desplazaban tanto lateralmente como verticalmente produciendo los diversos espacios en los cuales se desarrolla la acción, siempre manteniendo la simetría. En este sentido, la escenografía funcionaba según la lógica de un diafragma, abriéndose o cerrándose alternativamente. Una iluminación blanca, apoyada con luz de colores desaturados, fue diseñada por Ramón López Cauly con el equilibrio que requiere la simetría de la escenografía, pero, al mismo tiempo, con detalles de asimetrías compensadas que le otorgaron un dinamismo que no distrajeron al público. Se adoptó una estrategia de luz general en la que, por ejemplo, una contraluz en azul medio desde la derecha se equilibraba con un frente en rosa pálido desde la izquierda. Lo ajustado de la iluminación se mostró en el balance de las intensidades y en el estudiado tiempo de transición entre los diferentes efectos. En este sentido, es de destacar la elaboración del fondo, trabajado con inundaciones matizadas con nubes proyectadas que cambiaba su aspecto de manera casi imperceptible. El empleo de colores más saturados quedó reservado para las escenas de mayor tensión dramática, es decir, para las escenas finales, en las que el espectro del Comendador se presenta a la cena por invitación de Don Giovanni; en ese momento la intensidad de la iluminación, que se mantuviera a niveles entre medios y altos, se reduce notoriamente y una atmósfera azulada comienza a invadir el escenario. Entonces, la apertura de la escenografía, que muestra la desintegración del salón de Don Giovanni, deja ver el fondo sobre el cual aparece la proyección de una galaxia en permanente movimiento giratorio y, en cuyo centro, la estatua del Comendador sobre un pedestal avanza hacia el público quedando en el centro del torbellino. Finalmente, tras la condena del aquel hombre de vida disipada, todo vuelve a la claridad de la luz en un espacio casi despojado de elementos, como si del paraíso se tratara luego del infierno precedente; allí, en la escena final, los cantantes se desplazan muy lentamente en derroteros propios y, aparentemente, de manera aleatoria, pero reuniéndose luego en perfecta formación para darle al público la lección final de Mozart.
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