miércoles, 17 de abril de 2013

Bajo Consumo (Parte II): Las lámparas de bajo consumo, informe de la Asociación Argentina de Luminotecnia


Nota: El siguiente informe ha sido publicado en junio de 2011 en el sitio web citado al final.

 
Con la prohibición de la comercialización en el país de las lámparas incandescentes, parece haberse generado en algunos sectores de la sociedad, una psicosis referida a los efectos peligrosos para el ser humano producido por las lámparas fluorescentes compactas, popularmente conocidas como “lámparas de bajo consumo”. Frente a ello, la Asociación Argentina de Luminotecnia considera que debe dar a conocer sus comentarios y recomendaciones.

Las primeras lámparas de este tipo aparecieron a fines de la década de los ’70 del siglo pasado, pero comenzaron a tener importancia comercial durante los últimos diez años, bajo el impulso de la corriente ecologista, que trata de preservar el planeta de los efectos nocivos producidos por los gases desprendidos de las plantas de generación de energía eléctrica. Frente a estas gestiones los gobiernos de muchos países, entre ellos Argentina, han prohibido en forma total o paulatina la comercialización de las antiguas incandescentes.

Desde su aparición, la Asociación Argentina de Luminotecnia ha predicado a favor de la adopción de las lámparas fluorescentes compactas para el uso en los hogares, comercios, industrias y servicios, en los lugares y aplicaciones en las que resulta indudablemente conveniente, que a grandes rasgos pueden definirse como aquellos en los que la lámpara permanece funcionando al menos durante tres horas cada vez que se la enciende. Sin dudas, en estos casos resulta ventajosa para el usuario, que con el ahorro de energía compensa el mayor precio inicial de la lámpara en aproximadamente la mitad de su vida útil, aún en condiciones de precios de energía subsidiados, como sucede hoy en Argentina. Para el país, permite postergar inversiones para el aumento de la potencia instalada, ya que los usuarios logran la misma prestación, esto es, determinada cantidad y calidad de luz, con menor potencia consumida. Finalmente, al generarse menos energía para igual resultado, se reduce la generación de gases de efecto invernadero y la emisión de mercurio gasificado, producido por la combustión, especialmente del carbón utilizado en la generación eléctrica en muchos países.

Para poder gozar de todos los beneficios que ofrecen estas lámparas es conveniente elegir las de marcas conocidas ya que se obtendrá una larga vida o una eventual garantía de reposición. Una regla a tomar en cuenta es la de proteger estas lámparas de las bajas temperaturas (disminuye la luz emitida), resguardarlas de la humedad o lluvia y evitar que los insectos entren en contacto con los tubos de vidrio. En algunas marcas se recomienda no utilizar llaves electrónicas de conexión ni interruptores con indicadores de neón.

La Asociación Argentina de Luminotecnia se ha opuesto desde un inicio a la prohibición compulsiva de la comercialización total de lámparas incandescentes, ya que la mayoría de sus integrantes, si no todos, consideran que esa añeja tecnología todavía tiene posibilidades de darle muchos beneficios a la humanidad, sobre todo por la nula contaminación del medio ambiente al final de su vida útil. La AADL ha estado de acuerdo con prohibir las de menor eficiencia, cosa que no era difícil dado que desde hace años las leyes argentinas exigen el etiquetado energético, pero permitiendo a las de buena calidad. Pero estamos frente al hecho consumado de la prohibición y en este contexto damos nuestra opinión.

Hoy, se oyen comentarios respecto a los presuntos efectos cancerígenos de su radiación, de los efectos tóxicos del mercurio si se rompen, de los problemas que genera su disposición una vez agotadas, de la supuesta mayor cantidad de energía y por lo tanto mayor contaminación necesaria para fabricar lámparas fluorescentes compactas en lugar de incandescentes, y otras ideas o comentarios muchas veces exagerados.



Ampliemos someramente cada uno de los temas:

Las radiaciones de las lámparas fluorescentes en general, y de las fluorescentes compactas en particular, contienen cierta cantidad de radiación ultravioleta de onda larga, que puede afectar a algunas pieles sensibles. Lo mismo ocurre, en muchísimo mayor grado, con la luz del sol, pese a lo cual la mayoría de la gente puede disfrutar de hermosos días de playa, tomando las debidas precauciones. Para quienes la radiación fluorescente sea inadmisible, la iluminación artificial deberá hacerse en base a lámparas halógenas incandescentes (todavía permitidas) o, en un futuro que esperamos sea cercano, con lámparas con LEDs.

Cuando se rompe una lámpara fluorescente compacta, aparecen varios problemas, que son los vidrios esparcidos en el piso, el mercurio que se evapora, la pintura fluorescente que también se desparrama. Lo que hay que hacer es, en primer lugar, tener cuidado para que las lámparas no se caigan, principal causa de roturas. Pero si se produce la rotura de una lámpara, hay que ventilar el lugar para evitar aspirar los vapores de mercurio durante unos diez minutos y luego limpiar cuidadosamente el piso para recoger los vidrios y el mercurio, pero sin entrar en pánico. Es conveniente utilizar pala y papeles de cocina y embolsar todos los residuos en doble bolsa plástica cerrada. Nunca utilizar escoba, escobillón o aspiradoras para evitar la diseminación del mercurio. Debe tenerse especial cuidado en que las mascotas no se coman el mercurio. Indudablemente que es peligroso permanecer en un lugar cerrado con vapores de mercurio en forma sostenida y continuada, pero el daño que puede causar a una persona normal el vapor de mercurio de una lámpara fluorescente compacta rota es ínfimo. ¿Quién no ha jugado con las bolitas de mercurio que se producían cuando se rompía un termómetro en nuestra infancia, sin por eso tener ningún daño?

En cuanto a la energía necesaria para fabricar una lámpara fluorescente compacta, es verdad que es mayor que la requerida para fabricar una incandescente, pero dada la distinta duración de unas y otras, la comparación debe hacerse para igual prestación, y en este contexto debemos decir que la fabricación de una lámpara fluorescente compacta requiere menos energía que la necesaria para fabricar las por lo menos seis incandescentes que va a remplazar.

Lo que constituye un problema serio a considerar es el qué hacer con las lámparas usadas enteras al final de su vida útil, que no deberían ir a los basurales comunes. Las lámparas fluorescentes deben considerarse como un elemento contaminante, igual que las pilas y tantos otros productos de consumo masivo, y deberían tener una legislación especial, que el Congreso tiene en pleno tratamiento. Por el momento la precaución de un buen envoltorio y doble bolsa cerrada es un paliativo provisorio.

En conclusión, las lámparas de bajo consumo pueden usarse normalmente sin ningún temor, tomando solamente las pequeñas precauciones indicadas en esta nota.

 

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