Nota: El
siguiente informe ha sido publicado en junio de 2011 en el sitio web citado al
final.
Con la prohibición de la
comercialización en el país de las lámparas incandescentes, parece haberse
generado en algunos sectores de la sociedad, una psicosis referida a los
efectos peligrosos para el ser humano producido por las lámparas fluorescentes
compactas, popularmente conocidas como “lámparas de bajo consumo”. Frente a
ello, la Asociación Argentina de Luminotecnia considera que debe dar a conocer
sus comentarios y recomendaciones.
Las primeras lámparas de este
tipo aparecieron a fines de la década de los ’70 del siglo pasado, pero
comenzaron a tener importancia comercial durante los últimos diez años, bajo el
impulso de la corriente ecologista, que trata de preservar el planeta de los
efectos nocivos producidos por los gases desprendidos de las plantas de
generación de energía eléctrica. Frente a estas gestiones los gobiernos de
muchos países, entre ellos Argentina, han prohibido en forma total o paulatina
la comercialización de las antiguas incandescentes.
Desde su aparición, la
Asociación Argentina de Luminotecnia ha predicado a favor de la adopción de las
lámparas fluorescentes compactas para el uso en los hogares, comercios,
industrias y servicios, en los lugares y aplicaciones en las que resulta
indudablemente conveniente, que a grandes rasgos pueden definirse como aquellos
en los que la lámpara permanece funcionando al menos durante tres horas cada
vez que se la enciende. Sin dudas, en estos casos resulta ventajosa para el
usuario, que con el ahorro de energía compensa el mayor precio inicial de la
lámpara en aproximadamente la mitad de su vida útil, aún en condiciones de
precios de energía subsidiados, como sucede hoy en Argentina. Para el país,
permite postergar inversiones para el aumento de la potencia instalada, ya que
los usuarios logran la misma prestación, esto es, determinada cantidad y
calidad de luz, con menor potencia consumida. Finalmente, al generarse menos
energía para igual resultado, se reduce la generación de gases de efecto
invernadero y la emisión de mercurio gasificado, producido por la combustión,
especialmente del carbón utilizado en la generación eléctrica en muchos países.
Para poder gozar de todos los
beneficios que ofrecen estas lámparas es conveniente elegir las de marcas
conocidas ya que se obtendrá una larga vida o una eventual garantía de
reposición. Una regla a tomar en cuenta es la de proteger estas lámparas de las
bajas temperaturas (disminuye la luz emitida), resguardarlas de la humedad o
lluvia y evitar que los insectos entren en contacto con los tubos de vidrio. En
algunas marcas se recomienda no utilizar llaves electrónicas de conexión ni
interruptores con indicadores de neón.
La Asociación Argentina de
Luminotecnia se ha opuesto desde un inicio a la prohibición compulsiva de la
comercialización total de lámparas incandescentes, ya que la mayoría de sus
integrantes, si no todos, consideran que esa añeja tecnología todavía tiene
posibilidades de darle muchos beneficios a la humanidad, sobre todo por la nula
contaminación del medio ambiente al final de su vida útil. La AADL ha estado de
acuerdo con prohibir las de menor eficiencia, cosa que no era difícil dado que
desde hace años las leyes argentinas exigen el etiquetado energético, pero
permitiendo a las de buena calidad. Pero estamos frente al hecho consumado de
la prohibición y en este contexto damos nuestra opinión.
Hoy, se oyen comentarios
respecto a los presuntos efectos cancerígenos de su radiación, de los efectos
tóxicos del mercurio si se rompen, de los problemas que genera su disposición
una vez agotadas, de la supuesta mayor cantidad de energía y por lo tanto mayor
contaminación necesaria para fabricar lámparas fluorescentes compactas en lugar
de incandescentes, y otras ideas o comentarios muchas veces exagerados.
Ampliemos someramente cada uno
de los temas:
Las radiaciones de las lámparas
fluorescentes en general, y de las fluorescentes compactas en particular,
contienen cierta cantidad de radiación ultravioleta de onda larga, que puede
afectar a algunas pieles sensibles. Lo mismo ocurre, en muchísimo mayor grado,
con la luz del sol, pese a lo cual la mayoría de la gente puede disfrutar de
hermosos días de playa, tomando las debidas precauciones. Para quienes la
radiación fluorescente sea inadmisible, la iluminación artificial deberá
hacerse en base a lámparas halógenas incandescentes (todavía permitidas) o, en
un futuro que esperamos sea cercano, con lámparas con LEDs.
Cuando se rompe una lámpara
fluorescente compacta, aparecen varios problemas, que son los vidrios
esparcidos en el piso, el mercurio que se evapora, la pintura fluorescente que
también se desparrama. Lo que hay que hacer es, en primer lugar, tener cuidado
para que las lámparas no se caigan, principal causa de roturas. Pero si se
produce la rotura de una lámpara, hay que ventilar el lugar para evitar aspirar
los vapores de mercurio durante unos diez minutos y luego limpiar
cuidadosamente el piso para recoger los vidrios y el mercurio, pero sin entrar
en pánico. Es conveniente utilizar pala y papeles de cocina y embolsar todos
los residuos en doble bolsa plástica cerrada. Nunca utilizar escoba, escobillón
o aspiradoras para evitar la diseminación del mercurio. Debe tenerse especial
cuidado en que las mascotas no se coman el mercurio. Indudablemente que es
peligroso permanecer en un lugar cerrado con vapores de mercurio en forma
sostenida y continuada, pero el daño que puede causar a una persona normal el
vapor de mercurio de una lámpara fluorescente compacta rota es ínfimo. ¿Quién
no ha jugado con las bolitas de mercurio que se producían cuando se rompía un
termómetro en nuestra infancia, sin por eso tener ningún daño?
En cuanto a la energía
necesaria para fabricar una lámpara fluorescente compacta, es verdad que es
mayor que la requerida para fabricar una incandescente, pero dada la distinta
duración de unas y otras, la comparación debe hacerse para igual prestación, y
en este contexto debemos decir que la fabricación de una lámpara fluorescente
compacta requiere menos energía que la necesaria para fabricar las por lo menos
seis incandescentes que va a remplazar.
Lo que constituye un problema
serio a considerar es el qué hacer con las lámparas usadas enteras al final de
su vida útil, que no deberían ir a los basurales comunes. Las lámparas
fluorescentes deben considerarse como un elemento contaminante, igual que las
pilas y tantos otros productos de consumo masivo, y deberían tener una
legislación especial, que el Congreso tiene en pleno tratamiento. Por el
momento la precaución de un buen envoltorio y doble bolsa cerrada es un
paliativo provisorio.
En conclusión, las lámparas de
bajo consumo pueden usarse normalmente sin ningún temor, tomando solamente las
pequeñas precauciones indicadas en esta nota.
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