En julio de 2011 la firma
Philips anunció que estaba trabajando en el desarrollo de una tecnología: los
paneles luminosos. Se trata de un producto elaborado en conjunto entre la
empresa de iluminación Philips y el fabricante de paneles acústicos Kvadrat
Soft Cell. Básicamente, la idea consiste en un tipo de textil que, además de
poseer características acústicas como la absorción de ruidos, puede emitir luz
mediante fuentes LED de dimensiones reducidas ensambladas en el material. Este
material presenta una alta flexibilidad que permite adaptarlo a diferentes
tipos de espacio, lo cual abre grandes posibilidades a los arquitectos y
diseñadores de interiores. En este sentido, el textil de monta en bastidores
metálicos para lograr la tensión necesaria, dando lugar a superficies que
emiten luces cambiantes. En efecto, una de las posibilidades sugeridas para su
uso es la interacción entre luz y sonido, de manera que la luz pueda modificar
su color y/ o intensidad de acuerdo con los sonidos del ambiente. De esta
manera, un espacio quedará iluminado por las mismas paredes que lo constituyen,
y podrá elegirse entre la creación de una iluminación de tipo
práctico-funcional o estético-expresiva.
Si bien esta idea es
tecnológicamente innovadora, es conceptualmente repetitiva. En efecto, ya
Alexandre Salzmann ideó unos paneles fabricados con tela translúcida detrás de
los cuales se montaron lámparas blancas y de colores diversos para obtener
colores-luz por mezcla aditiva (el principio del RGBW, rojo, verde y azul más
blanco). La experiencia tuvo lugar durante los años 1912 y 1913 en el Instituto
de Helereau, cuando Salzmann colaboró en la puesta en escena de los
espectáculos que en ese período dirigieron Jacques Dalcroze y Adolphe Appia. En
dicha ocasión tanto el escenario como el auditorio se revistieron con estos
paneles, incluido el techo, conjunto que demandó unas 3.000 lámparas. El
concepto de Salzmann era que al no verse las fuentes de luz y al iluminarse los
objetos de manera uniforme, la visibilidad de los objetos era óptima.
Creo que este es un perfecto
ejemplo (otro más entre tantos) de lo que en los últimos años los mismos
arquitectos han denominado “iluminación escenográfica”, es decir, la aplicación
de formas de trabajo con la luz propias del teatro a la arquitectura.
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