© Mauricio Rinaldi
*Presentado en el X Congreso Panamericano de Iluminación Lux América 2010, Chile. Publicado en las Actas del Congreso, págs. 246-251. ISBN: 978-956-332-875-2.
V.El proceso de diseño de iluminación
El diseño puede ser considerado desde dos puntos de vista: como un resultado y como el proceso que lleva a ese resultado. Pero estos dos puntos de vista respecto del diseño no son independientes, sino que entre ambos existe una relación dialéctica. En efecto, todo resultado es la consecuencia de un proceso, y todo proceso produce un resultado. Pero, en esta relación se inserta otra: la que se da entre la finalidad, que impone condiciones de trabajo al diseñador, y la creatividad, que permite libertad de trabajo el diseñador. Así, al diseñar establecemos un permanente diálogo entre el proceso creativo y el resultado esperado. Nuevamente observamos que lo funcional y lo expresivo se interrelacionan en el objeto producido, es decir, que el objeto de diseño se ubica entre la función y la expresión pudiendo tener uno de estos aspectos más desarrollados que el otro, dependiendo de las características que deba tener el objeto. En la figura 4 vemos esquemáticamente la situación de objeto de diseño.
En este caso, nos interesa principalmente el diseño como proceso, dentro del cual podemos distinguir tres etapas. Primero, una etapa de recepción de datos, en la cual el diseñador recopila y ordena toda la información referida a la situación de inicio. Segundo, una etapa de elaboración del concepto de diseño, en la cual se plantea una referencia global que opera como idea rectora para todos los aspectos del diseño. Tercero, una etapa de realización, en la cual se desarrollan los aspectos proyectuales para la ejecución de la obra. Aplicando este esquema al proceso de diseño de iluminación, obtendremos una metodología para que el creativo de la iluminación arribe al resultado previsto; en este sentido, en cada etapa del proceso consideraremos algún aspecto de la iluminación en particular. Primero, en la recopilación de la información de partida determinaremos qué tipo de espacialidad debemos iluminar, qué tipo de materiales la componen, cuáles son sus necesidades funcionales que deben cumplirse, cuáles son las posibilidades expresivas que podemos desarrollar. Segundo, el concepto de diseño será aquí el concepto de iluminación en términos de la morfología y la sintaxis de la luz, lo cual nos permitirá definir el equilibrio entre la iluminación funcional y la iluminación expresiva. Tercero, a partir del concepto de iluminación buscaremos la tecnología que permita su manifestación concreta, es decir, su implementación técnica, en la espacialidad considerada, con lo cual retomamos la relación técnica-arte [6].
Observamos que uno de los problemas centrales a resolver en la iluminación arquitectural actual es el equilibrio función-expresión. En este sentido, al diseñar la iluminación de una espacialidad debemos considerar sus aspectos prácticos ya que no debemos olvidar que la arquitectura debe proveer condiciones adecuadas para las diferentes actividades humanas. Este aspecto es fundamental en la arquitectura actual, ya que el gran desarrollo de la iluminación escenográfica permite resultados visuales con un muy alto grado de belleza y fuerza expresiva, pero, en ocasiones este resultado estético se superpone a los aspectos prácticos de la iluminación funcional, desvirtuando su objetivo. En estos casos decimos que se ha incurrido en el sobrediseño de la iluminación. El sobrediseño designa el fenómeno por el cual el objeto de diseño se aparta del hombre, último y verdadero destinatario del diseño. De esta manera, el diseño actual crea, en gran parte, un ámbito de objetos o un entorno hostil al no brindar al hombre aquello que necesita, por lo que el hombre es expulsado de la espacialidad que debería habitar inhabilitándolo para la acción y relegándolo al puesto de espectador. La realidad producida por el diseño actual está muy próxima de ser una escenografía, o sea, un ámbito para ver y no tocar, algo para contemplar y no utilizar. Y esto ocurre porque los objetos están sobrediseñados, es decir, tienen excesivamente desarrollado su carácter expresivo sobreponiéndolo a su función, por lo que ésta se ve disminuida o atrofiada. Podemos definir las características del sobrediseño como sigue. Primero, el objeto de diseño se define como el resultado de un equilibrio entre el nivel funcional y el nivel expresivo (6). En el diseño de objetos prácticos, es decir, objetos con un nivel funcional determinado, se observa una fuerte tendencia a desarrollar excesivamente el nivel expresivo, sobreponiéndolo al nivel funcional, que debería ser el principal objetivo del diseño del objeto. El objeto práctico se estetiza al punto de que puede emular el status de un objeto de arte. Así, una característica del sobrediseño es la hiperestetización del objeto. Segundo, como consecuencia de lo anterior, la hiperestetización del objeto de diseño suele ser inversamente proporcional a su desarrollo funcional, o sea, a mayor nivel expresivo, menor funcionalidad del objeto. El resultado es que el objeto no cumple con aquello para lo que ha sido previsto, por lo cual pierde su finalidad. Así, otra característica del sobrediseño es la atrofia funcional del objeto. Tercero, la atrofia funcional lleva a la espectacularización del objeto, es decir, el objeto de diseño pasa a ser algo para ser observado o contemplado antes que algo para cubrir una necesidad. En efecto, algo que no sirve para nada, sólo queda para la contemplación. En este sentido, la espectacularización es directamente proporcional a la atrofia funcional, es decir, a mayor contemplación del objeto menor utilidad del objeto. Así, otra característica del sobrediseño es la espectacularización del objeto. Resumiendo, la hiperestización, la atrofia funcional y la espectacularización son las características que definen el sobrediseño [8].
Aplicando estos conceptos al diseño de iluminación arquitectural, y considerando la relación entre la iluminación funcional y la iluminación expresiva, podemos ordenar las diferentes tipologías arquitectónicas según el esquema de la figura 5.
El esquema presentado nos permite decidir sobre la necesidad y la posibilidad de diseñar una iluminación funcional y expresiva atendiendo al grado de desarrollo que deba o pueda otorgarse a cada una de estos niveles de la iluminación para una espacialidad determinada. Es decir, debemos evaluar detenidamente la espacialidad que iluminaremos con el fin de no incurrir en el sobrediseño de la iluminación.
(6) El caso del arte no implica mayores problemas, ya que en el arte lo prioritario y excluyente es la expresión, y, además, allí todo es posible por lo que cualquier medio de expresión es legítimo. Sólo cabe en este sentido la discusión dentro del ámbito de la estética de determinar si un objeto es o no un objeto de arte.
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